El desarrollo científico y tecnológico de un país no se logra a golpe de decreto. «En cuestiones de ciencia, la autoridad de mil no vale lo que el humilde razonamiento de un solo individuo», dijo Galileo Galilei. Y el primer paso para la ciencia son las matemáticas. Siempre han soportado el estigma de ser materia muy complicada, reservada solo para unas pocas mentes brillantes y sin apenas utilidad práctica cotidiana. Resulta paradójico que una disciplina que persigue la verdad sencilla y lógica tenga una imagen pública repleta de afirmaciones falsas. Más que nunca, las matemáticas son el cimiento del desarrollo tecnológico de una sociedad.

Singapur y Corea del Sur encabezan las listas internacionales de resultados matemáticos de sus escolares. Durante años, la evaluación de España no ha sido todo lo buena que cabría desear. A lo largo de los primeros años de este siglo, los matemáticos españoles observaron un continuado descenso de alumnos en las facultades. La leyenda negra de las matemáticas estaba haciendo mella. En cambio, recientemente, los profesores universitarios detectan una notable emergencia de las matemáticas en España, con un mayor número de matriculaciones para una disciplina que cuenta con un gran abanico de salidas laborales. Un estudio de 2007 sobre la tasa de empleo de los titulados en Matemáticas españoles ya señalaba que, al cabo de dos años, el índice de paro era sólo del 5 por ciento. La crisis ha tenido su efecto también, aunque en 2012 los matemáticos contaban con la segunda tasa de empleo más elevada. Ahora, el interés de los estudiantes regresa a una materia hermosa, elegante y que abre variadas oportunidades laborales.

El fin último de las matemáticas es establecer modelos de relaciones entre objetos abstractos: relaciones que adquieren carácter universal. Y por eso un matemático puede contribuir al desarrollo de programas informáticos, al análisis de complejas bases de datos o a estudiar la evolución de los mercados financieros. Pero sobre todo, ningún país puede aspirar a contar con un tejido emergente de I+D+i sin una sólida formación en esa disciplina.

La enseñanza de las matemáticas siempre ha estado sujeta a debate. A veces se ha visto convertida en una mera rutina para resolver problemas, sin transmitir pasión a los alumnos y, sobre todo, sin profundizar en el significado esencial de los conceptos o fomentar el razonamiento. Así se consigue justamente el espanto que a muchos le causan las fórmulas. Los expertos tratan de erradicar la idea de que la capacidad para disfrutar de las matemáticas es materia reservada y que sólo reside en mentes con cualidades especiales.

Las matemáticas españolas cuentan con un creciente peso internacional, arropado por una comunidad de profesionales que aumenta y se consolida. Desde luego, cualquier deseo de construir un país de vanguardia en ciencia, tecnología e innovación pasa por fortalecer su enseñanza. Y no se trata de un teorema que requiera demostración.