Divorcio de la reina

Cuanto más multiplica la Reina sus esfuerzos por lavar la cara de su familia, prodigándose en actos culturales, benéficos o religiosos, más tiene que constatar el divorcio de la ciudadanía. Porque los graves fracasos matrimoniales de sus hijas, y de los primeros noviazgos serios de su hijo, no hacen sino reproducir su enorme fracaso matrimonial, por tolerar los devaneos sentimentales, económicos y otros del Rey, asumiendo el papel tradicional de esposa «mártir», que sufre todo por sus hijos. Hoy ya no se considera ejemplar, ni siquiera digna, esa conducta. Al contrario, en casos de tal gravedad, y por no dar un pésimo precedente a sus hijos, se estima que el deber de la mujer es el cortar esa relación a su debido tiempo. Esto, como fue también la primera intención de Sofía, yéndose con sus hijos al extranjero, habría evitado la desastrosa situación actual de su hogar, y el pésimo ejemplo que ha dado a todas las familias españolas. El seguir empeñada en poner tiritas de esparadrapo, cuando ya hace tiempo que hace falta una operación quirúrgica para salvar incluso a la misma institución monárquica, no hace sino exasperar los ánimos de los ya demasiado pacientes ciudadanos.

María José Téllez DiegoFuengirola