Gira la Liga a mitad de su trayecto y enfila una segunda vuelta que se presenta atractiva... pero menos. El campeonato ha perdido solvencia porque la clase media, tanto la alta como la baja, se ha quedado sin capacidad adquisitiva. Se notan las estrecheces económicas que sufren los clubes, obligados, no tanto a reducir contrataciones de extranjeros „muchas veces mediocres„ sino a desprenderse de sus figuras más destacadas para exportarlas sobre todo al fútbol inglés, y hacer caja con los traspasos.

Pese a contar con Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, las dos máximas estrellas del planeta, la calidad media de la, hasta ahora, Liga de las Estrellas ha descendido. La distancia entre las dos superpotencias, Barça y Madrid, y el resto de competidores, se agranda. Y ello, a pesar de la meritoria presencia del Atlético en la cúspide, peleando de tú a tú con los dos grandes, y plantándoles cara gracias al excelente trabajo del Cholo Simeone, que ha trasformado una banda acomodada y desangelada, en un equipo competitivo e implicado. La duda, ahora mismo, estriba en la capacidad operativa y en la resistencia de una plantilla más corta y menos profunda que la de sus rivales. De esos tres conjuntos de cabeza, el más fiable por el momento parece el Barça: primero porque acaba de empatar en el Manzanares, y segundo porque su juego va en progresión. El Madrid ha sido más irregular y cuenta, además, con el handicap de un vestuario muy proclive a la convulsión. Su altísima tasa de egos por metro cúbico, lo convierten en altamente infamable. Casillas, Sergio Ramos, Marcelo, Isco, Di Maria o cualquier otra estrella que, por pura ley matemática, no forme parte del once titular, se convierte en material explosivo. En cualquier momento, ese equipo puede estallar por los aires, a poco que a Ancelotti se le vaya la mano en sus concesiones a las manías o favoritismos del ínclito Florentino Pérez.

A considerable diferencia de puntos de esta trinidad „casi santísima„ viene el grupo de la clase media, en el que a excepción del Athletic y la Real, constreñidos por su tradicional política de cantera „más los vizcaínos que los guipuzcoanos„ que no deja hacer más de lo que dan. El resto ha perdido pujanza respecto a anteriores temporadas. Ni el Villarreal es el que era, ni mucho menos el Sevilla. Y qué decir del Valencia, en plena crisis de identidad y sumido en la mediocridad. En el abultado paquete de equipos en el que se halla, se ven más cercanas las plazas de descenso que las europeas. Ese dato evidencia claramente la indefinición de una liga que llega a su mitad con trece equipos sin tener asegurada la permanencia. Solamente el Betis huele ya a carne de cañón. La llegada de Juan Carlos Garrido no le ha valido de nada. Puede que sí sirva para rebajarle los humos a su altivo entrenador.

En definitiva, el torneo se ha estrechado por arriba y se ha estirado en su parte central, más larga que de costumbre, pues apenas hay equipos que, como en una carrera ciclista, hagan la goma. Aún así, tal como demuestra la experiencia „aunque a algunos no les valga de nada y no sepan contener sus afanes proféticos, pese a que fallan en sus pronósticos más que una escopeta de feria„ no conviene precipitarse y dar por despellejado el oso antes de cazarlo. Queda mucho por disfrutar... y también mucho por sufrir.