Rodeado de banderas republicanas, voces contenidas y corazones henchidos de gozo; con lágrimas imposibles de contener y miradas perdidas en la historia, la macabra y dolorosa historia de los miles de ciudadanos fusilados al amanecer, asistí a la puesta de largo de la Pirámide de la Dignidad en el antiguo cementerio de San Rafael. Caras escritas por las arrugas del sufrimiento y del dolor y ojos con profundas miradas de perdón, sin resentimiento. Personas sencillas que nunca perdieron la esperanza de dar sepultura a los restos de quienes fueron fusilados en defensa de unas ideas y otros que fueron llevados al paredón sin saber el porqué. En aquellos años de barbarie, de horror y oprobio se cercenaban vidas de las personas como si fueran animales, sin más explicación que la bala que le atravesaba y el tiro de gracia -¡que contradicción!- en la nuca.

Allí estaban muchas personas mayores con viejas fotografías de jóvenes a los que se les segó la vida, sosteniéndolas en sus temblorosas manos como única señal de protesta. ¿Qué tendrán estas fotografías, tornasoladas en sepia o ajadas por los años que te llegan al corazón? Una señora mayor, cuando oyó cantar con voz cantarina, el nombre de su deudo asesinado contuvo unas lágrimas y sin temblarle la voz, sin odio en su mirada y que ha sobrevivido con esperanza a los duros años de la posguerra y la dictadura franquista, me dijo: «al menos que nos dejen con nuestra dignidad y nuestro sufrimiento».

Hace ya algunos años, en 1968, cuando la juventud americana se levantó contra la guerra del Vietnam en los llamados Moratorium Day recorrí en Washington, con recogimiento, la inmensa lápida de granito negro donde han quedado para la historia los nombres de los soldados americanos que dieron su vida por defender a Europa, al mundo entero, del macabro, patético y asesino personaje llamado Adolf Hitler y estando en la Pirámide de la Dignidad leyendo nombres y fechas me acordé de otro asesino llamado Franco del que seguimos manteniendo sus huesos en el insultante mausoleo que se montó en el Valle de los Caídos, levantado con el sudor, la sangre y hasta la vida de presos republicanos (¿Me quiere decir alguien cómo mantenemos aún este horror que estremece hasta los tuétanos?) Me sentí unido a quienes fueron fusilados en defensa de unas ideas y, de forma discreta, deposité una rosa roja.

Y me acordé, también, de un triste, provocador y repelente personaje que vive de la política y de quienes le votaron como diputado cunero del PP por Almería, Rafael Hernando, cuando insultaba y masacraba el dolor de miles de ciudadanos que perdieron familiares en el paredón y las cunetas al afirmar que las asociaciones de recuperación de la memoria se habían puesto en marcha cuando hubo dinero público a repartir. Semejante memez solo puede ser dicha por un mentecato que no tiene más atributos que ser un cobarde moral, por no decir otra cosa.

He conocido por mi trabajo y la edición del libro Memoria Viva de Andalucía a numerosas personas que en estas asociaciones memorialistas trabajan para recuperar los derechos morales, el nombre y apellidos de los fusilados. Elegí personalmente para la portada del libro un par de botas, dolorosamente dobladas, sin cordones, martirizadas por los años para reflejar el espíritu del libro y escribí que con tan sólo poder saber el nombre de quien las llevó puestas me daba por satisfecho. Hubo respuesta y desde Buenos Aires supe su nombre y apellidos. Conozco historias de quienes vivieron sin atreverse a pronunciar el nombre de quienes murieron por una bala en la tapia del cementerio, en Granada o Málaga y conozco el esfuerzo moral y la dignidad de los que luchan porque de las fosas comunes los restos tengan nombre y apellidos poniendo tiempo e incluso dinero. ¿Cómo es posible que el diputado Hernando insulte de esa manera la dignidad de las personas y siga calentando su asiento en el Congreso de los Diputados? La respuesta es fácil: es el propio PP, bajo la dirección de Mariano Rajoy, quien nada más llegar al Gobierno decidió retirar todos los fondos públicos y dejar de apoyar la recuperación de la Memoria Histórica. Y así nos va.

Por el contrario la Junta de Andalucía, pese a los recortes, se decidió dar un empuje más fuerte para seguir alentando la esperanza de quienes buscan y desean poner nombre y apellidos a los fusilados. Esta política es la que representa el vicepresidente de la Junta, Diego Valderas, y su acreditada posición en defensa de la recuperación de la Memoria Democrática. Siquiera sea por depositar una rosa roja en las pirámides o monolitos de la dignidad y la libertad, bien merece seguir en la lucha.

P.D. (1) La imagen de Susana Díaz con Emilio Botín, el amo del Banco de Santander, es para guardarla. Tiempos nuevos con una presidenta que permite visualizar la lucha contra el paro. Que Botín, con lo que es, haga una apuesta por Andalucía, millones por delante, es de agradecer, intereses aparte. Ya se sabe que la banca nunca pierde.

(2) Javier González de Lara, en sus pocas intervenciones públicas, ha hecho gala de un talante que anuncia nuevos tiempos en la patronal andaluza. No es persona conflictiva, busca y anima al consenso, es riguroso hasta extremos desconocidos y tiene, además, ese puntito de asomarse al mar desde unas marinas que hablan del espíritu de quien las pinta. En tiempos tan tormentosos como los que vivimos bien venido, Javier.

(3) Nadie sabe en el PP andaluz qué conejo sacará de su chistera Mariano Rajoy para colocarlo en la carrera a la presidencia de la Junta. Digo, ya, que habrá sorpresas. El triste y tocado José Luis Sanz, alcalde de Tomares, no ilusiona ni a los suyos; que ya es decir.