Leo estos ladillos de un reportaje, antes de subir la vista al titular: «Un mundo de matices», «un inigualable abanico cromático». Pero la cosa no va de pintura o música, sino de cocina, en concreto de repostería. El caso es que la cocina, en plena crisis, se ha metido de lleno entre nosotros. ¿Acaso comerá más y mejor la gente desde que fuma menos?, ¿el cansancio de tanto sexo y violencia en las series traslada la atención a los fogones?. Hay poca afición a analizar las migraciones internas en la dieta de gustos y vicios. O, puesto que los espectadores de las artes caen al mismo tiempo que suben los de la cocina, ¿se tratará de una aplicación virtuosa, en la crisis, del primum vivere, deinde philosofare?. Más fácil que todo eso sería pensar en el liderazgo de gentes como Ferrán Adriá, Martín Berasatagui o José Andrés. De hecho España se hizo potencia tenística mirando a Manolo Santana.