"Espero que la Eternidad sea una interminable vuelta a un mundo en paz, aunque lleno de aventuras" dejó dicho el gran Manu Leguineche, a quien tanto queríamos€ Manu llevaba años de reportero en esa última guerra con la enfermedad.

Me enteré de su muerte mirando la comparecencia de Rajoy ayer en el Congreso. Como sin querer apareció la Biblia en el hemiciclo, un rebote caprichoso en medio del rifirrafe con Rubalcaba: «Una palabra tuya bastará para sanarme». Y a mí me sonó a epitafio.

Pero no fue eso. Un Rubalcaba condenado a vagar como un eco de sí mismo en el Congreso le lanzó el versículo a la cara a su oponente, negando con ironía que la mejora de la prima de riesgo sea mérito del Ejecutivo. Mérito que Rubalcaba le atribuye a Mario Draghi, a quien fue fácil imaginar con su BCE en la mano como quien enarbola una espada flamígera contra los especuladores de la deuda pública de los países en crisis. Rubalcaba le espetó que fue el presidente del BCE quien impulsó la rentabilidad de la deuda española cuando, en el verano de 2012, dijo que haría todo lo que estuviera en su mano para garantizar el mantenimiento del euro. Y en su mano, ya saben, estaba cuan espada ardiente el grifo abierto y amenazador del Banco Central Europeo.

Y quizá tenga razón Rubalcaba, pero la ironía con que impregnó ese dardo podría resultarle venenosa al chuparse el dedo tras destensar el arco de su oratoria, ya que cabría pensar, con razón, que desde que España está en el euro y desde que a este mundo se le llama globalizado, de poco sirven las medidas que toman los gobiernos tan locales como el nuestro. Rajoy pareció pillar al vuelo, sentado en su escaño, que su predecesor, el presidente Zapatero, y el entonces poderoso vicepresidente, portavoz y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, dieron al final de su mandato aquel aparatoso golpe de timón en sus directrices políticas, consensuando incluso una reforma de la Constitución en tiempo récord con el PP para «prohibir» el déficit del Estado, alineándose con las austeras exigencias económicas de Alemania y del FMI.

Así que Rajoy, que no se sabrá la Biblia de memoria por muy practicante que sea, sólo tuvo que poner en el buscador del móvil lo de «pero una palabra tuya€» y le salió: San Mateo. Capítulo 8, versículos 5-13. El dato se lo arrojó en la contrarréplica a Rubalcaba como Ava Gardner le pudo arrojar el whisky a la cara a Richard Burton en La Noche de la Iguana. Y le dio tiempo a más. Rajoy buscó, o se la chivaron, la siguiente cita bíblica: «Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra» (Juan 1:7), y entró a matar a Rubalcaba recordándole, otra vez, que él será siempre el que dijo Sí donde ahora dice No.

Pero a quien le importa, si a eso se resume hoy la política en España€