El dinero no hace cine. El dinero no conoce los secretos del corazón humano ni el genio de este medio. Son las ideas las que hacen el cine. Son las ideas las que nos emocionan, no el dinero ni la farándula que lo rodea. Entonces, si los empresarios de la industria y el negocio del cine no controlan el cine, la Cultura, quién lo hace… Quién sabe meterse en tu cabeza, en tu alma. Enumeren aquí sus cineastas favoritos, actores, guionistas, directores; sus escritores favoritos, sus cantantes, sus… Ellos son la respuesta.

Crisis extractiva

Si lo extrapolamos a cómo esta globalización extractiva está licuando la sociedad occidental, puesto en evidencia en el informe sobre el aumento de la desigualdad de Intermón Oxfam, quizá comprendamos la urgencia en recuperar las ideas, el valor moral y ético como rentabilidad intangible para evitar el sálvese quien pueda, para vacunarnos contra el miedo de vivir arrodillado con la hipocresía permanente como arma para ocultarlo. El documental de Mark Cousins The Story of Film: An Odyssey, que abunda en que el dinero no hace el cine, contiene decenas de trocitos de películas que lo prueban. El dinero de las grandes superproducciones o la pobreza de las más pequeñas películas no es lo que hace que nos remuevan por dentro, que nos riamos o que seamos un poco distintos al salir del cine tras una buena película. El plano de un personaje ensimismado mirando una burbuja, encarnado por el actor adecuado, puede transportarnos a las últimas habitaciones de nuestra propia sangre, ésas que creíamos haber cerrado o que ni siquiera sabíamos que estaban ahí. El dinero no puede.

Estamos cambiando

Y si esto no lo saben quienes manejan el dinero como motor de su existencia, habrá que protegerse de la obsesión extractiva de los poderosos y reconstruir un sistema político y legal que les cure esa enfermedad suya que sufrimos los demás. No estamos en una crisis sin más, estamos asistiendo como cobayas sin quererlo al resultado de una de las últimas revoluciones coyunturales de la Humanidad. La tecnología digital, internet, la telefonía móvil, las pantallas interconectadas y multiservicios, el wifi, el dinero virtual, los movimientos de capitales globalizados, la preservación de los paraísos fiscales, etc, no son sólo adelantos o características de nuestro tiempo sin más, como lo fue el impacto que produjo la máquina de vapor o el motor de explosión o la electrónica, sino que están dejando una huella profunda en lo cotidiano. Nos están cambiando aún más de lo que ya cambiaron a la humanidad las anteriores transformaciones industriales, económicas, morales, religiosas, tecnológicas.

Crisis tsunami

Los gobernantes reunidos en Davos lo saben, y por eso empezarán a tomar medidas lampedusianas para aparentar que ellos sirven para algo. Pero un tsunami no deja heridos, sólo víctimas mortales, no hay resquicio por los que el agua no lo inunde todo. Una crisis como ésta es un tsunami. El profesor José Manuel Cabello me muestra una gráfica comparativa con los dientes de sierra de la llamada crisis del petróleo en 1976, la crisis del 90 y la actual desde que comenzó en 2007. Al compararlas, uno cae en la cuenta de que hay que aprender a respirar bajo la ola. Aunque nos salgan branquias a los supervivientes del porvenir que ya está aquí.

Son Gollum

Debemos abandonar la fascinación por lo que sólo son herramientas y recuperar el valor de aquello para lo que sirven, dar sentido una vez más a la vida. Porque esto empieza a amenazarnos de manera muy seria si no corregimos cómo podría ser el futuro que se está volviendo presente. Porque no es verdad que se esté aprovechando la crisis para corregir y erradicar lo que la produjo. El mismo depredador sigue ahí, agazapado, esperando volver a aprovechar la recuperación económica de los que queden en pie tras la criba, para seguir extrayendo, como un Gollum obsesionado por el brillo de su anillo. Porque ya hay casi 300.000 parados en Málaga, por ejemplo. No sólo hay que buscar un nuevo modelo productivo, tenemos que buscarnos por dentro y volver a encontrarnos como ciudadanos con ambición de ser, no de tener, porque ahora, ya, aquí, no somos nadie cuando ya no tenemos nada. Valor y precio, que diría sencillamente Machado, ahora que le recordamos cuando se han cumplido 75 años de su exilio.

Sor Lucía

Por lo tanto, de poco importa que esta semana haya gente que muera con gripe A, que no es lo mismo que decir «de gripe A». De poco importa que el alcalde De la Torre haya resbalado en la ducha de su desafortunada explicación sobre cómo ahorrar agua con un barreño y un cronómetro. O que dé la vuelta al mundo que un octogenario jubilado nombrado cardenal diga que los gays se pueden curar, aunque una monja tuitera y valiente, sor Lucía Caram, haya puesto en evidencia hasta la contrarreforma del aborto de Gallardón. Debemos fijarnos en el tsunami…

Porque hoy es sábado.