El Barça es más que un club, es un sentimiento, y por ello analizar la dimisión de Sandro Rosell obliga a remontarse a la parte reciente de su historia. El boticario Jordi Cases, que ha causado el cataclismo culé, sólo puede aspirar, pese a su protagonismo ante la Audiencia Nacional, a ser actor secundario. Por delante están Joan Laporta, Ferrán Soriano, Txiqui Begiristain y Josep Guardiola. Reparto de lujo en el último drama barcelonista cuyo final aún no está escrito. El juez Pablo Ruz aún tendrá que decidir si imputa a José María Bartomeu, el sucesor de Rosell, firmante de los contratos de Neymar. Rosell, con su huída, ha transmitido presunción de culpabilidad. Rosell es hijo de uno de los fundadores de Convergencia, pero su catalanismo no alcanza para competir con el de Joan Laporta. Éste, como se demostró, aspiraba a ser alguien en la política. Ahora, aprovechando el escándalo Neymar está preparando su vuelta a la presidencia. Sandro se inclinaba más por los negocios. De ahí que tuviera relaciones comerciales con empresas brasileñas y creará su propio entramado. Rosell, por sus negocios con Brasil, logró el fichaje de Ronaldinho. Fue la contra a la contratación de Beckham por el Madrid. En plena época gozosa del club hubo distanciamiento y él, Bartomeu y Jordi Moix, decidieron dimitir y apartarse de Laporta. Éste había negado información sobre las relaciones con China. Sandro fue el presidente más votado de la historia barcelonista y desde el primer día mantuvo política alejada del laportismo.

Se enfrentó a Johan Cruyff, por el nombramiento de presidente de honor que no había sido confirmado en asamblea y ello acabó con la devolución de la insignia de oro y brillantes. Siempre estuvo lejos, política e intelectualmente, de Guardiola. Un socio de la tribu de Rosell llevó adelante una querella contra Laporta. El asunto llevó a los tribunales a Laporta. Guardiola pidió a Rosell que parara el proceso judicial. Éste, a lo más que llegó fue a abstenerse en la votación en que se decidió pedir responsabilidades a Laporta. La querella contra Laporta ha llegado al Tribunal Supremo y se está a la espera de resolución judicial. Cases pidió información sobre los apartados del fichaje de Neymar y se le negó una parte fundamental del mismo apoyándose en la «confidencialidad».

El asuntó caminaba hacia la Audiencia Nacional y Rosell dijo que acudiría a responder las preguntas que le hiciera el juez. La querella a instancia de la fiscalía fue admitida por su señoría y en el papel aparecen acusaciones graves entre las que están aquellas que conciernen a la propia Hacienda pública por no haber cumplido con todas las obligaciones de las contrataciones y otras imputaciones en las que se habla de dineros distraídos.Los apartados en los que se pretende justificar el dispendio de 95 millones de euros, son, en casi todos los casos, propios de esa ingeniería financiera con que suelen jugar los clubes de fútbol.

El papá del muchacho se lleva cuarenta millones por un lado, se le convierte en embajador del club para que ojee en Brasil y busque patrocinadores, aunque si no los halla no deja de percibir la parte alícuota determinada. Se destinan dineros a las favelas y se entiende que hay una partida que asegura derecho de opción sobre futbolistas del Santos. Entre picos, palas y azadones, cien millones.El problema no está en desmentir la cifra anunciada oficialmente de los 57,1 millones del traspaso. La cuestión radica en lo que los clubes llaman eufemísticamente «los flecos».

Hay demasiados millones para justificar comisiones. Y sobre todo, el destino de los mismos. Por qué manos han pasado y a qué manos han ido a parar y sobre todo, si ha habido repartos o mordidas.Rosell se ha ido dejando constancia de que en su mandato se han ganado nueve títulos y se ha reducido la deuda a 230 millones. Y además ha dejado encaminada la reforma del Camp Nou. En su despedida, sin embargo, no mencionó el fondo del problema y todo quedó en que ha tenido amenazas. En la historia de desamor entre Madrid y Barça han existido siempre operaciones de uno contra otro con el fin de desestabilizarlo. Esta vez no se puede apuntar el éxito el madridismo. Ha sido el propio barcelonismo el que se ha puesto a los pies de los caballos.