Compareció el presidente del Gobierno en televisión, por segunda vez desde que ganara las elecciones, para dar una entrevista. En las redes sociales se comenta que tuvo más espectadores el detallado análisis que hizo El Gran Wyoming en La Sexta, al día siguiente en su programa El Intermedio, que la propia versión original de la misma, emitida en Antena 3. No se sabe a ciencia cierta si es verdad lo que se dice en las redes, pero las cifras demoscópicas parece que avalan esta afirmación.

El diario El País ha dedicado este sábado una doble página a preguntarse «por qué» dio Mariano Rajoy esta segunda entrevista. Aferrado al guion, envarado, tenso, apenas dio juego a la tenaz entrevistadora, Gloria Lomana. Tocaba hablar de recuperación económica y sin embargo el titular fue para la infanta Cristina y su próxima declaración en los juzgados de Palma de Mallorca. Una hora en una cadena nacional en prime time completamente desaprovechada, sin apenas recompensa ni para el protagonista, ni para el medio, ni para la audiencia, ni para los ciudadanos.

En los Estados Unidos nos llevan ventaja en esto de la comunicación política. Allí la tendencia más reciente es conocida como politainment (un neologismo derivado de la mezcla de politics y entertainment). Los asesores han ido descubriendo que resulta interesante comparecer no en sesudos programas de entrevistas, sino más bien en esos talk shows, incluso en horarios tardíos, en los que se ofrece una imagen distendida y se puede comunicar con la audiencia de una manera más amable e informal. Ya lo hizo Bill Clinton en 1992, y parece que Obama ha rescatado esta fórmula que no veía con buenos ojos su predecesor, George Bush.

Si en España hay un rey del politainment, sin duda se trata de Miguel Ángel Revilla. Y es que está demostrado que a las televisiones les gusta incorporar políticos a sus programas, porque dan un cierto caché y además permiten hablar con cierto rigor de temas serios. Alfonso Guerra daría mucho juego en los platós españoles, por su experiencia y su reconocido sentido del espectáculo. Pero muy pocos están preparados para convertir su liderazgo político en un referente mediático. Hay aún muchas capas de cebolla que retirar.

Siendo como es Mariano Rajoy un tipo que se empequeñece ante las cámaras y los periodistas, la pregunta entonces sigue vigente. ¿Para qué fue a la televisión? ¿Por qué concedió una entrevista? Quizás sus asesores le dijeron que ya tocaba, quizás pretendía hablar de la ansiada recuperación antes de que se conocieran los malos datos del paro. La Encuesta de Población Activa nos devolvió de nuevo a la triste realidad. A falta de novedades políticas y económicas, siempre nos quedará el juicio de la infanta Cristina para entretenernos. También a Rajoy, presidente del Gobierno.