A ver si George W. Bush tenía razón con lo de las armas de destrucción masiva en Irak. A ver si todo era un problema de lenguaje y de tipificaciones delictivas en el código penal. Resulta que las autoridades de Pennsylvania han detenido a un joven ruso de 19 años acusado de tenencia de armas de destrucción masiva. ¿Poseía un arsenal de cabezas nucleares preparadas para detonar en los principales estadios de beisbol en día de partido? ¿Acaso varias garrafas de gas sarín junto al mapa del metro de Nueva York? ¿O tal vez varios sacos de veneno y un plano detallado del subministro de agua de Los Angeles? Pues no. Estaba en poder de una bomba casera fabricada con productos comprados vía internet, y que fue desactivada sin mayores problemas. Pero ha sido acusado de posesión de un arma de destrucción masiva con riesgo de una catástrofe, posesión de instrumentos de delito, armas ofensivas prohibidas, artefactos incendiarios e imprudencia temeraria poniendo en peligro a otra persona (además de varios cargos relacionados con las drogas, porque le encontraron marihuana: un descarriado, oiga). Le han metido entre rejas y le han impuesto una fianza de medio millón de dólares, que si fuera un peligroso agente extranjero no tendría problemas para conseguir.

El código penal de Pennsylvania, en la sección 2716 del título 18, define «arma de destrucción masiva» como «un agente biológico, bomba, agente químico o agente nuclear». Y para más claridad, define «bomba» como «un artefacto explosivo usado para propósitos ilegales». Lo que alcanza desde la dinamita necesaria para derribar el Empire State hasta un petardo gordo no autorizado en una papelera para meter ruido (lo que es una mala conducta porque causa daños, susto, y puede herir a los viandantes). Todo son armas de destrucción masiva según el código. Y ni que decir tiene que el Irak de Saddam Hussein tenía petardos de los que revientan papeleras y otros más gordos todavía, como cualquier estado que se precie. O sea, que George W. Bush tenía razón de acuerdo con el lenguaje legal estadounidense, ese que sale en las películas y que contiene perlas como «felonía», que en puridad significa «delito grave» (o «muy grave») pero que aquí nos suena, como recoge la Academia, a «deslealtad, traición, acción fea». Y «destrucción masiva» nos suena a algo bastante más gordo que una bomba de fabricación casera.