Hay asuntos de los que, si no eres aficionado al fútbol, oyes hablar de refilón. El de ese tal Neymar, por ejemplo. El nombre zumbó unos días alrededor de nuestros oídos (con el zumbido de una mosca, más que con el rugido de un tigre), hasta que de súbito se materializó. Tenía rostro y oficio y argumento. Y movía millones por un tubo. Cuarenta millones o así por esto; otros diez por esto otro; dos más de comisión para el padre de la criatura... Cada uno tiene, respecto al dinero, un tope más allá del cual se pierde. Perdí a Bárcenas en los treinta y siete millones; a la Gürtel, con la visita del Papa a Valencia; a Aznar con la boda de su hija? Quiero decir que pasan a otra dimensión. Ya no me parecen gente de este mundo. El tal Neymar no lo es, no es de este mundo. Pertenece al reino del fútbol, del que siempre me he sentido expulsado por falta de talento. Estaba, decíamos, Neymar dando vueltas alrededor de mi pabellón auricular como una mosca, cuando de repente se manifiesta a su lado el tal Sandro Rosell, presidente del Barça, expresidente ya. Una mosca, pues, y un tigre, según la nomenclatura china. Los chinos tienen de siempre esta capacidad de unir lo pequeño y lo grande sin perder el sentido de las proporciones. Si a mí se me ocurre mezclar paramecios y ratones, ustedes desconectan porque no hay relación entre una cosa y otra. Entre las moscas y los tigres, sin embargo, se percibe una corriente eléctrica, una complementariedad, un vínculo secreto. El mismo vínculo que, intuimos enseguida, había entre Rosell y Neymar. Inmediatamente, uno, que no sabe nada de fútbol ni de finanzas, se dio cuenta de que la pareja de la que venimos hablando era china. ¿Cómo es posible que Rosell nos haya engañado? Lleva años haciéndose pasar por catalán y es más chino que Mao. En cuanto a Neymar, como teníamos menos noticias previas de él, no nos sorprendió tanto. Pero olvídense de que es brasileño. Es chino. Chino y mosca. Lo que tienen las noticias a las que solo prestas una atención latente es que despiertan la percepción extrasensorial. Este es el caso.