No hay nada como tener amigos. Que se lo digan a José María del Nido, que hace unos días, a primera hora de la mañana, me atragantaba la media tostada con su voz quejicosa y cuasi llorosa. Podía dar sorbos al café, pero no me quedaba para dar crédito a la generosa pantomima que el entrevistador -Carlos Herrera- estaba representando. Del Nido, recordemos, está condenado -tras la confirmación de la sentencia por parte del Tribunal Supremo- por delitos de fraude, malversación de fondos públicos y prevaricación administrativa. En una época en la que todos metían la mano en la caja, Del Nido pasaba por allí y le cayeron 2,6 millones de euros en cuatro años. Lo que a cualquier abogado, claro. Excepto porque según el Ministerio Público, los cobró por «servicios inexistentes o innecesarios». Seguía la entrevista con un tono realmente monárquico. Decía Del Nido algo parecido al «lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir», y que está «reinsertado en la sociedad». Ay, pajarillo€ Como si la sociedad fuera buen espejo donde mirarse.

Entre tú y yo, Josemari, te preguntaba Herrera si eso de ser presidente de un club de fútbol no te habría venido mal. Pues yo diría que no. En el fútbol español, rayano con lo esperpéntico, no llama la atención que se firmen peticiones de indultos. Lo hizo Rosell, el del Barça, y a los días pum, carajazo gordo. Miedo me da que estén todos pringados en sus asuntillos. Decían los aficionados del Rayo Vallecano: «Hoy firmo por ti y mañana tú por mí. Fuera la corrupción del fútbol español». Como si el pajarillo Del Nido hubiera trincado de las taquillas. No señor, Del Nido está condenado a ir a la jaula siete años por coger -bueno, malversar- dinero público. Pero no te preocupes, Josemari, seguramente te indulten, y si no, a la vista está que tendrás quien vaya a la jaula a cambiarte el alpiste y el agua. ¡Qué bueno es tener amigos!