La Universidad de Málaga tiene unos profesores de notable alto según sus alumnos. De los muchos ranking que se publican sobre la calidad de la enseñanza éste debería ser uno de los más importantes. Los estudiantes malagueños están contentos con sus profesores y, sobre todo, los valoran en aspectos tan importantes como que se preocupen por el grado de comprensión de sus explicaciones o por la seguridad con la que imparten sus materias.

La crisis se ha llevado por delante las becas, las Erasmus y las condiciones laborales de los docentes, pero no ha podido con su entrega y compromiso. Es obvio que su gestión y reacción ante la crisis ha sido muy diferente de la de la clase política, y los estudiantes lo reconocen. Hacen más por menos, puesto que ahora muchos tienen más horas de clase, al no cubrirse las vacantes por jubilación por ejemplo, y la mayoría tienen recortados sus sueldos. Una situación con la que seguramente los estudiantes se sienten identificados al tener también un buen número de piedras en su camino formativo.

Empatía en las aulas. Justamente lo contrario de lo que generan los políticos, a los que los ciudadanos también ponen nota cada cierto tiempo a través de las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). En la última, publicada hace sólo un par de meses, ni el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ni ninguno de sus ministros llegaban al aprobado y el desastre era tal que sólo uno, Arias Cañete, superaba el tres en una escala del cero al diez. Una nota que los agricultores andaluces convertirían ahora en un cero patatero tras conocer el nuevo reparto de las ayudas europeas de la PAC. Como le pasaría a Gallardón, al que su polémica reforma de la ley del aborto probablemente le bajaría también su 2,5. O a Wert, el peor valorado, con la LOMCE. Pero lo peor no son las notas, sino que pese a los suspensos todos siguen pasando de curso sin problema y sin que don Mariano se inmute. Es más, en alguna ocasión incluso ha comentado que confía en no hacer cambios en su gabinete hasta que termine la legislatura. Orgulloso de su equipo de suspendidos que no se dan por enterados. Empatía cero.