La política exterior exige tener un país fuerte políticamente, una economía sólida que la respalde y unos objetivos claros en el plano internacional. Hoy no parecemos reunir ninguna de esas condiciones. Por eso es muy oportuno el estudio que ha hecho el Real Instituto Elcano para fijar unas bases de consenso sobre las que construir una auténtica política exterior de estado que tenga más en cuenta a las comunidades autónomas y que auspicie un europeísmo inteligente como punto cardinal. Llega en buena hora porque hoy ni la política exterior de España ni la de la Unión Europea son modelos a seguir. Al presidente Rodríguez Zapatero la política exterior no le interesaba. Retiró las tropas de Irak, que era un compromiso electoral, con una premura y falta de consulta con los aliados que irritó sobremanera al presidente Bush por interpretar que ponía en peligro la vida de soldados americanos. Se podían haber hecho las mismas cosas de otra manera, sin pagar ese precio. La crisis con los americanos duró ocho años, los mismos que el señor Rodríguez Zapatero fue presidente del Gobierno, mientras dejaba otras perlas como anunciar que arreglaría el conflicto del Sahara en unos meses o permitir al ministro de Defensa, Bono, vender a Chaves unos aviones fabricados en España con tecnología americana. Como era de esperar, Washington se opuso y Bono, otro experto en política exterior, quedó desautorizado mientras a Moratinos se lo llevaban los diablos porque no le habían consultado. Con el presidente Rajoy no han mejorado las cosas. Llegó al gobierno a lomos de una crisis monumental y ha dedicado sus energías a taponar la hemorragia del déficit, de la prima de riesgo, del desempleo y las amenazas de rescate, que no es poco. En cuanto al ministro de Asuntos Exteriores, señor García Margallo, su insistencia en lo que llama Marca España es encomiable porque pretende levantar una imagen de país que se ha deteriorado mucho desde el comienzo de la crisis económica, aunque olvida que la mejor forma de hacerlo es solucionando nuestros problemas internos: la deriva soberanista catalana, las siderales cifras de desempleo y la corrupción que todo lo contamina. Lo demás es retórica.

En cuanto a la política exterior de la UE, el European Council on Foreign Relations ha publicado un informe (European Foreign Policy Scorecard) donde destaca que ha tenido éxito allá donde los estados, los verdaderos detentadores de poder, han permitido actuar a las instituciones que dirige la baronesa Ashton, lo que no siempre ocurre. El estudio cita dos éxitos en 2013: la normalización de relaciones entre Belgrado y Pristina, donde la UE patrocinó hasta diez rondas de negociaciones a lo largo de 8 años que han resultado en que Serbia acepte la integridad territorial de Kosovo y que se aplique la ley kosovar también en el norte del país, a cambio de un reconocimiento de los derechos de las minorías étnicas serbias. El acuerdo abre perspectivas de acercamiento a la UE de Serbia y hasta cierto punto también de Kosovo, a pesar de que aún tendrá que remar mucho porque 5 de los 28 estados de la Unión no reconocen su declaración unilateral de independencia. El otro éxito es el impulso dado por la UE a las conversaciones E3+3 con Irán, que ya llevan 7 años, y que pretenden acabar con su política de enriquecimiento de uranio a cambio del fin de las sanciones impuestas por la comunidad internacional, asunto donde aún queda camino por recorrer y los obstáculos son muy grandes tanto internos como externos. En otros expedientes el papel de la UE se ha difuminado en favor del protagonismo de sus estados miembros. En Siria, tras los iniciales entusiasmos belicistas de Londres y París, el parlamento de Westminster le paró los pies a Cameron y dejó solo ante el peligro a Hollande, Putin se apuntó el éxito de destruir las armas químicas y tras tres años de guerra nadie sabe aún cómo parar la hemorragia de muertos, que continuará tras el fracaso de las negociaciones de Ginebra mientras la UE se consuela dando asistencia humanitaria. Las relaciones con Rusia están enrarecidas por el tira y afloja sobre Ucrania donde la situación cambia sin que por ahora sea posible predecir cómo terminará. Y en Egipto los militares rechazaron displicentemente nuestras ofertas de mediación tras la destitución del presidente Morsi. Tampoco la UE ha logrado participar como tal en las crisis de Mali o de la República Centro Africana, donde Francia ha acabado yendo por libre con el aplauso más o menos entusiasta de sus socios asomados a la barrera. Este informe no deja bien a España pues afirma que aunque en 2013 los tres países centrales de la UE (Alemania, Francia y Reino Unido) fueron menos activos en el marco de la política exterior europea, ese hueco fue rellenado por Suecia, Polonia y, asómbrense, la misma Italia. Hemos perdido ambición y hemos perdido proyección internacional. El Informe del Real Instituto Elcano nos da esperanzas de que las cosas pueden cambiar.