Mucho he leído y oído sobre la soledad del entrenador. Bien es cierto que a veces parece que sea él el culpable de lo bueno o lo malo que pase en un equipo. De hecho, siempre son sus declaraciones las que salen en los medios o a quien piden entrevistas. También, por el contrario, cuando la cosa va mal, es su puesto el que se va a pique. Y es que el entrenador es la cabeza visible de un equipo de trabajo, es quien lo representa pero para nada está solo, ni es culpable al cien por cien del éxito o fracaso de lo que suceda.

Yo no me siento solo, nunca me sentí así. Pero estos dos años menos que nunca. A mi lado hay unos compañeros de enorme importancia para mí cuyo trabajo es básico para que esta máquina llamada equipo funcione a la perfección. Su trabajo siempre está a la sombra, nadie les halaga y todas las felicitaciones recaen sobre mí si las cosas van bien, igual que me llueven las críticas si van mal. Pero no soy estúpido ni egocéntrico ni me creo ser el protagonista de ninguna película porque sé perfectamente que yo sin ellos no soy nadie y que de pequeñito me enseñaron que esto consiste en trabajar en equipo.

Tengo la enorme suerte de tener junto a mí a un entrenador de cantera de los mejores de España, un formador de personas, que ya fue un lujo entrenarlo cuando él era júnior y con el que ahora comparto risas, abrazos, discusiones y muchas horas de trabajo. Él cada vez me quita más trabajo porque está dispuesto a asumir el protagonismo y yo no se lo voy a quitar como me lo quitaron a mí en otras épocas.

Un entrenador del que he aprendido todo me enseñó que hay que ser fiel a tu entrenador jefe pero honesto para decirle lo que piensas. Yo no he tenido que enseñarle eso a mi ayudante porque lo aprendió solo. Él es Chiki Gil, algo mucho más grande que un entrenador ayudante.

También tengo muy cerca a un loco de las pesas que tiene un nivel mucho más alto del equipo al que entrena. A él no lo entrené de pequeño pero lo sufrí en el equipo rival. Ya son muchos años trabajando juntos y ha conseguido entender a la perfección el baloncesto que hago y saber contrarrestar las cargas de trabajo para que ese equipo esté preparado para el máximo esfuerzo que supone jugar al ritmo de partido que imponemos. Como son muchos los años, también existen las discusiones porque pensar siempre lo mismo es de tontos, y hasta hay veces que se piensa que la confianza en el trabajo se pierde, pero eso jamás pasó. Él es Diego Vázquez, preparador físico.

En la sala de fisioterapia tengo un calvito que muchas veces me hace pensar€ «Vaya nivel tienen los fisios del ACB si yo tengo a este fuera de serie conmigo». Y es que os aseguro que cuando hay una lesión tengo la seguridad de que el niño esta en las mejores manos y que no se cómo ni quiero saberlo, pero ese niño juega el viernes sí o sí. Él es Ale Ballesteros, fisioterapeuta.

Un grupo de trabajo es mejor con una presencia femenina. Este no iba a ser menos. Ella está pendiente de los niños como de una mamá de sus hijos, los cuida, los mima e intenta que ninguno enferme. Pero a veces esto es inevitable y sucede. Lo que es increíble es que cuando sucede, no sé cómo lo hace, pero por la tarde está siempre para entrenar. Ella es Raquel Sánchez, médico.

El «pitufo gruñón» del equipo, es el delegado. Su trabajo consiste en «servir» a los demás en silencio. A veces no es gratificante porque hay gestiones de alguna dificultad pero él está siempre pendiente de sacar su trabajo y que logísticamente el equipo tenga todo atado y bien atado. El es José Sánchez.

El último en incorporarse siempre pendiente de que lo que hacemos llegue a los medios, redes sociales y aficionados del equipo, que los chicos sepan qué decir cuando atienden a un medio de comunicación y, sobre todo, que yo no meta la pata cuando hago declaraciones. Sabíamos que iba a ser un fichaje estelar de gran aportación al equipo y a los niños. Él es Yiyi Del Río, jefe de prensa.

Tengo a los mejores junto a mí, un grupo de profesionales que, más que un grupo de trabajo, forman una familia y que son muy culpables del éxito del equipo aunque estén en la sombra. ¿Cómo pensar que estoy solo?