ntes de despegar, el personal de vuelo nos explicó unos procedimientos de emergencia que debíamos cumplir por nuestra seguridad. Tal vez lo habrás escuchado alguna vez: «En caso de una despresurización de la cabina, se abrirán los compartimentos situados encima de sus asientos, que contienen las máscaras de oxígeno. Si esto ocurriera, tiren fuertemente de la máscara, colóquensela sobre la nariz y la boca y respiren normalmente. Los pasajeros que viajen con niños, deben colocarse la máscara a ellos mismos primero, y después colocársela a los niños.

Me llamó la atención pensar cómo un padre o una madre pueden reaccionar de manera automática y colocarse su máscara antes de colocársela a su hijo. Creo que por inercia o instinto de protección, yo se la pondría primero a mi hijo para que no se asfixiara. Pero, según me explicaron, la despresurización de la cabina puede llegar en un máximo de 10 segundos. Entonces, cuando hubiera terminado de colocársela a mi hijo, ¡es posible que me hubiera asfixiado! Y ya no podría ayudar a mi hijo ni a nadie más.

Esta explicación, aparentemente tan evidente, me hizo reflexionar. En cuántas ocasiones hacemos o damos todo por el otro, por un hijo, por una pareja, por nuestros padres, por un amigo, hasta el punto de anularnos y no dejar espacio para ocuparnos de nosotros mismos.

La entrega absoluta. Es cierto que culturalmente no es aceptable que pensemos antes en nosotros que en los demás. «Debemos» darnos al cien por cien. Una buena madre es la que se entrega por completo a sus hijos viviendo prácticamente por y para ellos. Si una madre dedica tiempo a ir con sus amigas, al gimnasio, a su descanso, a sí misma, pensaremos que no es una buena madre, ¡está siendo egoísta!

Pero si reflexionas sobre ello, te darás cuenta que una persona que no se dedica tiempo y no se ocupa de sí misma, no descansa, etc., realmente no está dando lo mejor de sí, sólo ofrece lo que le queda de energía, de ganas, de cariño… Si un hijo que cuida de sus padres y da todo por ellos, no se cuida, probablemente en algún momento enfermará física y/o psicológicamente, y entonces ¿quién se ocupará de sus padres?

Si doy todo de mí a los demás, ¿qué me quedará para seguir dando en adelante? En algún momento tendré que reponer fuerzas, energías, ganas. Las necesidades del otro no deben convertirse en más importantes que las propias, pues en ese caso, ¿quién se preocupa de mi si yo estoy siempre ocupada en satisfacer a los demás?

Según las Escrituras, Jesús pronunció las siguientes palabras:»Ama al prójimo como a ti mismo». No dijo, ama al prójimo más que a ti mismo ni menos que a ti mismo. Si yo no me cuido y me quiero, ¿cómo voy a cuidar o querer a los demás?

En algunas ocasiones, este comportamiento de entrega absoluta denota cierta falta de autoestima por cuanto tiene que dar todo para ganarse el aprecio de la otra persona. Y el aprecio no se gana con la entrega absoluta, se gana siendo auténtico y fiel a ti mismo.

Esperar a cambio. Hay personas que se entregan a los demás esperando que el otro también lo haga y en la misma medida, creando así una relación de dependencia. «Yo que lo he dado todo por ti…y me lo devuelves así…» Nadie te pidió que actuaras de esa manera. Si decidiste hacerlo así no esperes del otro una respuesta idéntica. Tu comportamiento lejos de ser generoso es egoísta puesto que das para recibir a cambio.

No te frustres por dar mucho y recibir poco. Ofrece lo que puedas o quieras dar sin esperar contraprestación.

Decir no. Pero es difícil negarse. A veces nos resulta complicado decir no cuando te piden algo. Cierto.

Las personas demasiado complacientes tienden al agotamiento o a la frustración. Aprender a decir no a determinadas demandas es una forma de respetarse y de no añadir estrés a una vida de por sí muy cargada. A veces nos echamos sobre la espalda obligaciones que sobrepasan nuestras capacidades y que nos dejan exhaustos. Queremos llegar a todo, como si fuéramos omnipotentes.

Aunque sería un comportamiento más asertivo expresar lo que de verdad pensamos, es frecuente mostrar una actitud complaciente, porque llevar la contraria o rechazar tareas que estimamos que no nos corresponden, no sería del agrado del otro; por el contrario estar disponible para todo y para todos resta en nuestra autoestima, nos hace vulnerables frente al chantaje emocional dificultando el desarrollo de unas relaciones sanas y equilibradas, en las que poder decir «sí» o «no» con libertad.

Ante cualquier petición personal, es conveniente tomarse el tiempo suficiente para valorar de forma objetiva si ésta tiene cabida dentro de nuestras capacidades.

Como dijo Osho, «tú eres lo único que falta en tu vida».

*Mi butaca a Ítaca es directora de Picuality Recursos Humanos

@Picuality

www.picuality.com