Sacar adelante un taller de teatro en un centro penitenciario preventivo es el trabajo más arduo y a la vez más gratificante con el que me he encontrado a lo largo de mi carrera profesional. Fue Málaga Acoge quien me permitió, a través del voluntariado, hacer un sueño realidad.

El mayor inconveniente es que no cuentas con un grupo estable; las bajas y altas de alumnos van a una velocidad de vértigo debido a las características del centro por juicios, traslados, trabajos, incompatibilidad, tercer grado, etcétera. Con lo cual, siempre estás empezando y realizar una obra de teatro es una quimera. Pero al final, de manera sorprendente, se cumple el objetivo y por segundo año consecutivo hemos conseguido presentar nuestra obra hace un par de semanas, este año titulada Homenaje a Tricicle y más con una calidad artística encomiable.

Es verdad que cuento con ventajas que en la calle serían muy difíciles de conseguir. Por ejemplo, la diversidad cultural: este año he contado con alumnos de nueve nacionalidades diferentes y el enriquecimiento del grupo ha sido extraordinario.

Por otro lado, también destaca la sorpresa y el gusto por lo desconocido que les proporciona el teatro, ya que la mayoría no se había subido a un escenario en su vida y verse capaces de hacerlo les provoca una ilusión que atenúa su tristeza y sufrimiento.

Y, por último, sentirse integrados en un grupo, donde comienzan ayudándose y terminan queriéndose, es lo más gratificante de todo. La generosidad se convierte en normalidad y el sentido del humor impera por encima de todas las cosas, con lo cual el buen rollo está servido.

Lo que menos les gusta del taller es que se acabe. Hacer amigos, recuperar la confianza y descubrir nuevos valores en uno mismo y que otros los reconozcan, lo manifiesten y que esto se lo puedan contar a sus familias es algo impensable que para ellos no tiene precio: por unos instantes el teatro les ha llevado a ser los hombres y mujeres más libres de la tierra.

Tras el estreno aún quedan aspectos que trabajar. Y a finales de mayo el curso acabará. Pero vendrá otro y otro. Y los alumnos se renovarán pero siempre se trabajará con la misma intensidad y pasión. Y todo gracias a Málaga Acoge, que confió en el proyecto para favorecer a los últimos de la lista, a los que ya no cuentan. Es un orgullo pertenecer a este voluntariado pero, por encima de todo, un privilegio.

*Rosa Deblas Guijosa es voluntaria de Málaga Acoge