Mañana no es un lunes cualquiera para muchos malagueños. En mi caso tengo el privilegio de portar sobre mis hombros a Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, Virgen de los Estudiantes. Cuando suene el despertador de mi móvil para irme a entrenar, ya tendré los nervios en el cuerpo por lo que me toca vivir este día. Es un esfuerzo muy duro pasear por las calles de Málaga a nuestra Señora, claro que se te clava el varal en el hombro, que te duelen los riñones, que sufren las rodillas o que llega un momento en el que el dolor en los pies es insoportable, pero las sensaciones que vives en las más de siete horas de recorrido procesional merecen tanto la pena que voy cada Lunes Santo con gran alegría a encontrarme con mi amigo Sergio Risoto para pasar toda la tarde-noche con él compartiendo varal y emociones.

Ver la aglomeración de personas que hay en la Casa Hermandad dispuestas a vivir la salida de la procesión ya emociona. Observar las caras de tanta gente llenas de ilusión y alegría porque hoy es el día para el que tanto trabajan durante el año hace que ese privilegio de ser hombre de trono de mi cofradía se convierta en una responsabilidad. Entre tanta gente allí está Ella, preparada para su gran noche, tan majestuosa como cada Lunes Santo, pero más bonita si cabe que el año anterior, porque cada año mis compañeros cofrades la preparan más elegante para su paseo procesional.

El primer tirón de riñones para tenerla sobre los hombros es el más maravilloso, puesto que llevas un año esperando ese momento, instante compartido por todos mis compañeros portadores, a muchos de los cuales solo ves una vez al año pero que parecen amigos de toda la vida puesto que todos compartimos los mismos sentimientos que estamos a punto de vivir.

Después de salir de la Casa de Hermandad comienza un recorrido largo y duro, pero del que disfruto cada minuto. Disfruto de sentir cómo se clava el varal, de cada toque de campana, de pasearla como si de un baile se tratara al son de las marchas que toca la banda de Julián Cerdán de Sanlúcar de Barrameda, de cantar con mis compañeros el Gaudeamus, o de oír a la gente que espera horas para verla pasar cuando dicen lo bonita que va y lo bien que la mecen.

De todos los momentos duros que tiene el recorrido yo me quedo con la vuelta por la calle Císter. Ese momento oyendo a la banda tocar, sintiendo la música, atento a la campana, cambiando el ritmo del paso con los sones de la marcha, sin bajar el trono por muy larga que sea la calle, sin parar de mecerla, olvidando los dolores por el paso de las horas y todo culminado con ´Caridad del Guadalquivir´ justo antes de terminar Císter y girar a la izquierda para el encierro final. Eso es Semana Santa.

Y llega el encierro. Te crees que será imposible que pasemos entre la multitud que espera para compartir contigo el momento, pero sabes que pasaremos, como siempre. Te emociona ver cómo se saludan Nuestra Señora y el Coronado de Espinas. No puedes evitar que se te ponga piel de gallina cuando entras en la Casa Hermandad y ves a tantos niños y niñas vestidos de verde y de burdeos tocando las campanas mientras lloran de alegría desconsolados invadidos de emoción porque saben que se acaba este día. Ese día para el que tanto se preparan durante el año, ese día que tiene las mismas horas que los demás, pero que para ellos son las horas más cortas del año.

Después de cantar el último Gaudeamus todos juntos y bajar el trono, te sientes satisfecho por el trabajo bien hecho. Te despides de Ella, que arriba en su trono sigue, igual de majestuosa que cuando la miraste a las seis de la tarde antes de salir en procesión. Te despides de tus compañeros de fatiga con la alegría de haber disfrutado de las sensaciones de todos los años y me fundo en un gran y sincero abrazo con mis amigos Sergio Risoto, Yiyi del Río, Dani Hierrezuelo y Pedro Ramírez, felices y emocionados porque otro año fue todo un éxito.

Te vas camino del coche para irte a dormir, dolorido y cansado. Te das cuenta de que estás mayor, de que sufres más en un varal, pero sabes que el Lunes Santo del año que viene no vas a faltar a tu cita con Nuestra Señora de Gracia y Esperanza.