A veces, tenemos la sensación que el tiempo debe detenerse. Shakespeare lo expresó como nadie: «Pero el pensamiento es esclavo de la vida. Y la vida se deja engañar por el tiempo. Y el tiempo que cuida del mundo todo, debe detenerse». De hecho, se detiene, como el pasado miércoles cuando Gareth Bale metió un gol, una suerte de obra de arte y de poesía en movimiento. Pero cuando realmente se para el mundo es en esta semana de pasión. De hecho, en la Semana Santa de la España de otra época anterior así ocurría: por unos días, la diversidad del mundo y la vida se paralizaban en nuestro país bajo una tradición religiosa que ocultaba todo lo demás y de la que era difícil escapar. Hoy, el mundo vuelve a pararse durante esta semana pero aquella tradición ya no ocupa el escenario como entonces, ni en nuestra sociedad ni en nuestra vida cotidiana.

Esto tiene ventajas e inconvenientes. Vivimos en una sociedad postradicional (Anthony Giddens), que permite convivir a varias tradiciones en un mundo global, reapropiárnoslas pero, eso sí, ninguna de ellas nos da la seguridad ontológica que nos daba la tradición en el pasado. Lo característico del mundo moderno es que posibilita un enorme experimento social pero sobre bases contingentes. Tan fascinante como incierto. Con más posibilidad de cambio que en el pasado pero con menos certeza de que las claves del pasado nos puedas explicar el presente y el futuro.

Así podemos contemplar desde otra perspectiva lo que pasa estos días en Andalucía y en Málaga que se paran estos días de tronos y pasión cofrade. Una rica tradición que se puede interpretar y vivir de una o varias formas posibles, simultáneamente: como una fiesta y una tradición religiosa profundamente vivida, como una manifestación artística única y de indudable belleza, como un lugar de encuentro en una primavera que se muestra en todo su esplendor.

Desde el punto de vista social, las cofradías como organizaciones religiosas constituyen una de las expresiones más destacadas del tejido asociativo voluntario de la de la sociedad andaluza, en otras palabras, el capital social. Lugar importante para la sociedad civil malagueña pero también, sin duda, para los que protagonizan el liderazgo social y político. Todos, inmediatamente, recordamos a Antonio Banderas, nuestro actor más internacional y la importante labor solidaria que hace desde la Semana Santa con la Fundación Lágrimas y Favores. Sin embargo, es difícil pensar en una institución de esta ciudad que no participe activamente con alguno de sus dirigentes o representantes más destacados -ya sea la universidad, los colegios profesionales o los partidos políticos- en la Semana Santa.

Una tradición religiosa, con un componente estético y artístico muy importante, vivida intensa pero de forma diversa por una sociedad, esto implica, que forma parte de algún modo, de ese imaginario colectivo o de la identidad colectiva y eso es, precisamente, lo que concita la mirada: de la gente, tanto del que participa como del que no, del turista, del político, de las personas que forman parte de la sociedad civil y, claro está, y si me permiten que me salga del universo simbólico y me pase la realidad tangible de la economía, un producto turístico de primera magnitud, que parece que va a conseguir cifras tanto de ocupación hotelera como de visitantes magníficas -a los que se unen también los trece mil cruceristas llegados estos días también y que contribuyen a llenar la ciudad-.

Creo que la mejor manera de intentar comprender esta semana es mirando con atención cómo la vive la gente y descartando el esencialismo de las ideas y los prejuicios. Como en todo, hay partidarios, indiferentes y críticos. Quiénes preferirán vivirla con pasión y quiénes preferirán vivir otras pasiones o incluso, si pueden, evitarla. Personalmente, soy partidario de respetar las diversas formas de vivir una tradición desde la tolerancia y el respeto. No sé si les paró el mundo en estos días. Espero que hayan disfrutado y lo hagan todavía en este Domingo de Resurrección.

*Ángel Valencia es catedrático de Ciencia Política de la UMA