La millonada de euros que han ido a parar a los bolsillos de políticos, empresas y sindicalistas -sálvense los que puedan que como decimos los más viejos de la Serranía « no hay que medir a todos con el mismo rasero» - es algo que clama al cielo. Que el dinero que nos vino de la Comunidad Europea destinado a cursos de formación de desempleados se haya despilfarrado presuntamente en mariscadas, quesos y vinos de marcas y objetos de lujo, entre otros objetos de deseo para saciar las apetencias de unos pocos, se trata de una rémora que durante mucho tiempo lastrará el concepto que tenemos de quienes dedicándose a la cosa pública nos engañaron flagrantemente. Andalucía recibió más que otras regiones para sortear el escollo terrible del paro y no entenderemos jamás cómo nadie alzó la voz y el gesto para cortar en seco el desenfreno y que no se llegase a la delirante situación actual de que es la que más desempleo soporta. Porque políticos que convivieron con ella y hoy se alzan en la cúspide del poder de Andalucía nada hicieron para atajar tamaño desaguisado, aunque ahora se desgañitan que las transparencia y la vigilancia extrema serán los móviles que alienten su actuación y que se perseguirá sin tregua a los taimados. A buenas horas, mangas verdes, que el mal ya está hecho y es irreversible.

Andalucía, que es decir el número incalculable de sus habitantes que han sufrido en sus carnes la acción fría, calculada y manifiestamente fraudulenta de quienes se comprometieron en su día a velas por el bien de los desventurados que perdieron en mala hora su trabajo y con ello la posibilidad del sustento de sus familias, ha sido incontestablemente traicionada.

El sentir general ante tamaña felonía es que los auxilios pecuniarios que nos llegan ya sean desde la Comunidad Europea, ya del Gobierno central para ayuda y reinserción de los parados con escasas esperanzas de incorporarse al mercado laboral sean administrados y distribuidos directamente por el Estado sin intermediarios. Para que no atiendan, como se ha visto, a su propio lucro y lucimiento pasándose por los forros el fin primordial para los que estos fondos fueron creados se impone más temprano que tarde una férrea política distributiva y justa, amén de una cabal vigilancia para que el fraude no vuelva a aflorar y de verdad sean los parados quienes obtengan los favores que respondiendo a su precaria situación tienen todo el derecho del mundo a merecer.

José Becerra Gómez. Málaga