Soy débil o vulnerable? ¿Es lo mismo? ¿Por qué sentimos que mostramos debilidad? Admitir que me equivoco, que desconozco algo sobre lo que se está hablando, mostrar mi ignorancia, me hace sentir ridículo, ignorante, vulnerable, débil. Pero lo que me permite es simplemente, aprender.

Cuando no pregunto, no aprendo. ¿Te ha ocurrido alguna vez que estando en una reunión o en una formación no has preguntado algo por miedo a quedar en ridículo? «¿Qué pensarán de mi si hago esta pregunta? ¿Pareceré ignorante?» El problema es que al final te quedas con la duda y no aprendes.

Y si además, después hay otra persona que sí se atreve a preguntarlo ¿Qué te hace sentir? ¿No te da rabia no haberlo preguntado? Es más, ¿y si la persona que ha de responder opina que es una «buena pregunta?» ¡Qué buena oportunidad para haber quedado bien delante de todos! Pero no te atreviste por miedo. ¿Por miedo a qué?

Hay personas que no se muestran vulnerables para evitar ser heridos, para protegerse del supuesto «ataque» de otros. Y es lógico. Según el diccionario de la Real Academia ser vulnerable es la «capacidad de ser herido física o moralmente». No es para menos entonces que no queramos serlo. Si me muestro vulnerable pueden herirme y yo no quiero que me hagan daño.

Pero el que no se muestra vulnerable puede parecer que es poco humano, frío, distante en su supuesta perfección. Pero no hace más que esconder su verdadero yo detrás de una máscara, de un escudo, de una coraza.

¿Qué gano mostrándome vulnerable? A menudo, por mi trabajo, tengo la oportunidad de tratar con directivos y jefes que no dejan ver sus emociones. No se muestran vulnerables por miedo a perder el respeto de sus colaboradores. Si muestran su ignorancia o sus sentimientos consideran que pierden autoridad frente a otros y por ende, le perderán el respeto.

Y es precisamente cuando muestran que se equivocan, que necesitan ayuda y que sufren, cuando dejan ver que son humanos, que también pueden equivocarse, y lo que es más importante, que son capaces de reconocerlo.

En nuestras formaciones animamos a estos jefes y directivos a mostrar lo que sienten, a que se dejen ver como realmente son, pues así se acercan a las personas que trabajan con ellos. Cuando sus colaboradores les ven como otro más, como persona, les admiran y aprecian, entienden el por qué de muchas de sus decisiones y la dificultad que conlleva ser responsable de otros. Llegan a identificarse con él o ella y este hecho les une más, facilita la comunicación y les ayuda a trabajar en un verdadero equipo.

Una coraza de fortaleza. Nos rodeamos de una coraza de fortaleza, que nadie puede traspasar. Nos creemos fuertes, invulnerables, podemos con todo. No pedimos ayuda ni dejamos que nos la ofrezcan. Pero cuando admitimos nuestra vulnerabilidad es cuando realmente mostramos fortaleza de carácter y valentía y no precisamente debilidad. Alexandra Farbiarz Mas lo describe de una manera magistral en este poema.

"Cuando todo parece caerse,

cuando el cansancio te agota aún más de lo que creías posible,

cuando nada parece lo que creías que era,

cuando la tristeza asoma por la ventana de tus ojos

sin que puedas esconderla,

la vulnerabilidad llega y te abraza

y también es ella la que te dice:

'aquí sigues conmigo

como de costumbre

aprendiendo de mi,

andando camino

y sabiendo que soy

mi mismo reverso,

aquello que labras a través de mi,

la confianza.

No hace falta que huyas de mi

acompáñame amablemente

y podrás ver que la tierra

que sientes perder bajo tus pies

no es más que un camino que sigue

por nuevas sendas

y un camino donde conocer

nuevos colores de mi reverso'"

Como el reverso de nuestra realidad, somos fuertes y vulnerables a la vez y si no nos atrevemos a descubrir nuestra debilidad no podremos expresar nuestra fortaleza en todo su potencial.

*Pilar Malpartida es Socia directora de Picuality Recursos Humanos

@pilarmalp