En el Bucarest de Nicolae Ceaucescu, esa otrora ciudad maravillosa a la que llamábamos el otro París de Europa, aquel sátrapa pseudo-leninista talaba árboles y destruía paisajes urbanos irrepetibles. Nina Cassian, la poetisa rumana, la gran traductora de Brecht y Molière, le hizo llegar su protesta. Nos lo contó, ya en su exilio de Nueva York, en uno de sus poemas: "Con sílabas racionales, intento aclarar lo que la mente oculta y también aquella violencia promiscua. Las palabras de mi protesta no tienen ningún poder, ya que el enemigo es analfabeto."

San Bernabé es el patrón de Marbella. Fue un apóstol culto y bondadoso. Un día repartió las riquezas que heredó de su familia entre los pobres de su isla. Discípulo de San Pablo, se celebra su día el 11 de junio en lugares tan diversos como en su Chipre natal, en Marbella, Logroño o en El Escorial. Esta semana, dedicada a las fiestas vecinales en honor del santo, ya tiene nombre para no pocos marbellíes: la de la masacre de las fiestas de San Bernabé. La masacre de los maravillosos plátanos de Indias que el Ayuntamiento de mi pueblo ha destruido en la calle que en Marbella lleva el nombre del ilustre notario don Luis Oliver. Antes se llamaba calle Finlandia, por ser de ese país nórdico los primeros viajeros que llegaron en vuelo chárter al aeropuerto de Málaga, hace ya algo más de medio siglo.

Las fotos que circulan por la red son terroríficas. Muestran dos calles en dos galaxias diferentes. En una, la actual, vemos una calle anónima en una ciudad también anónima, con las construcciones que se prodigaron por el Mediterráneo en uno de los momentos quizás menos lúcidos de la historia de la arquitectura. Estas construcciones han perdido brutalmente la cobertura arbórea que las embellecía y les prestaba el frescor de su sombra en los largos meses del verano. En la otra foto, vemos la calle que ya solo podremos contemplar en nuestros recuerdos. La que ya no existe, por decisión municipal. Fueron segados y apilados aquellos hermosos árboles que alguien un día, hace ya mucho tiempo, decidió felizmente plantar en el centro de Marbella. Quizás por haberlos visto en las ciudades más hermosas de la civilizada Europa. El Ayuntamiento proclama triunfal que las talas continuarán. Y que se plantarán nuevos y vistosos árboles, que harán que la calle sea una maravilla. Los que tenemos mis años, nunca lo podremos comprobar. Ya no estaremos en este mundo, al que algunos parecen odiar.

Pero no todo es el horror sin paliativos. Nunca olvidaré a aquella joven de Marbella, la que recogía el martes pasado de las ramas derribadas las crías de un nido de mirlos. Sus lágrimas tenían el poder de la redención y la esperanza en un momento en el que la inteligencia y la decencia parecían haber sido derrotadas. Una vez más.

El día siguiente, día de San Bernabé, a los admirables ciudadanos de "Marbella por sus árboles" les envié este melancólico correo: Tienes razón. El espectáculo de las talas de ayer fue repugnante. Y triste el ver cómo uno de los mejores destinos turísticos del mundo puede ser destrozado poco a poco e impunemente. Al final nos quejaremos. Para nada. Ya será demasiado tarde. De todas formas, el tirar la toalla es una mala opción. Por una cuestión de respeto a nosotros mismos. Un abrazo a todas, todos.