Francisco de la Torre, primer edil del Ayuntamiento de Málaga, renuncia a un alto cargo de alcance nacional. Dice no al Senado y se conforma con dirigir los destinos de Málaga y los malagueños mientras éstos le sigan concediendo el voto. Pienso para mí que ha hecho suyos un par de dichos harto socorridos en la provincia. Uno dice que «quien más corre más atrás se haya», entre otras cosas porque se van dejando en el camino elementos que coadyuvan a garantizar un final feliz para los propósitos primigenios.

Y no es que queramos afirmar que el regidor haya descuidado sus funciones en lo que toca a la defensa de la ciudad y de su gente. No; la dedicación, hay que afirmarlo, ha sido plena, aunque se levanten voces en contrario, que en todo quehacer de un político no hay luces sin sombras. Sin embargo todos recordamos la afirmación aquélla - por la boca muere el pez - por la que reclamaba delirantemente 25 horas al día para dedicarlas sin merma a Málaga. Poco después aspiraba al cargo de senador que logró sin serios contratiempos, por lo que «donde dije digo, digo Diego», que decimos llana y ramplonamente.

El otro aforismo es el de «quien mucho aprieta, poco abarca». Pero hay otro más: «No se puede estar en misa y repicando», o, lo que lo mismo, en este caso un pie en el Ayuntamiento de Málaga y otro en la Cámara Alta. Parece que alcalde de la ciudad se ha percatado de ello o se lo han hecho ver desde las instancias superiores del Partido Popular, y es que importa y mucho que Málaga siga siendo feudo de estas siglas con alguien al frente que supo en su día ganarse la confianza de la vecindad de manera mayoritaria.

Ahora, a rebufo de unas elecciones europeas que han significado un serio varapalo para el partido -mayor ha sido el descalabro del PSOE, pero eso no puede justificar nada-, Francisco de la Torre retoma el pulso de la ciudad para intentar seguir conducirla de nuevo a buen puerto, alejándose de otras empresas políticas, ajenas al sentir del malagueño de calle.

No está solo en la encomienda de reafirmar el asentamiento de los populares en la provincia (acaba de reafirmar su pretensión de aspirar de nuevo a la alcaldía de la ciudad en los próximos comicios municipales); también el presidente de la Diputación, Elías Bendodo, hace lo propio, volcándose en socorrer a la provincia, con los medios de los que dispone la entidad para servir estos fines.

El tropezón electoral último de los populares parece que exige remar juntos para no desandar el camino transitado: Málaga es un bocado apetitoso para toda fuerza política que se precie y quiera sentar sus reales en ella. Y quienes la dirigen no pueden permitirse concesiones a los contrincantes. Se han tomado en serio cualquier traspiés que pueda ser aprovechado por los adversarios en liza.