El valor de la dignidad

Los sin techo son la punta del iceberg de la pobreza. La exclusión social viene a ser el rostro menos amable de la igualdad.

Se produce a consecuencia de una disfunción del sistema social en el que el individuo se ve alejado (más bien expulsado) del grupo de pertenencia. A veces se inicia en la familia. El hecho de omitir toda práctica preventiva e integracional nos aclara la razón de tantos fracasos en los que más bien habría que dirigir los recursos a la causa, más que poner parches. Hay muchas personas que carecen de un techo permanente donde vivir y se estima en cerca de 300.000 los residentes en infraviviendas, chabolas o pensiones baratas alimentando una bolsa oculta del sin techo de muchos miles de personas ¿Cómo puede hablarse de una sociedad del bienestar?

Una vez más surge la pregunta ¿quiere la sociedad que se inserten las personas sin techo? Si ello es así, entonces hemos de plantearnos dónde está el Estado como garante de los derechos básicos para que esas personas pueda desempeñarse como tales. El Gobierno, de momento, no ha ratificado la Carta Social Revisada de la UE e impide que recursos como la vivienda o el empleo (ejes contra la exclusión social) adquieran el valor de un derecho. Una vez más se deja a los sin techo como los grandes ignorados de esta sociedad.

Luis Enrique Veiga Rodríguez. Málaga

Alcaldes por elección directa

No se aprecia lo indicativo que es de la inteligencia de una persona su facilidad verbal. Es decir, expresarse de manera clara y precisa. No creo que ni el uno por ciento de la población de un país tenga la inteligencia requerida para hablar con propiedad su idioma (¡y se las echan de políglotas!). Esta incapacidad no radica en la falta de cultura. Es la falta de entendimiento lo que impide a las ideas afluir coherentemente. Los libros proporcionan cultura; no proporcionan inteligencia y. por eso, abundan los necios ilustrados. Si para la gente un gran orador no es tan inteligente como un gran pintor o un excepcional matemático, tal juicio lo único que demuestra es que la mayor parte de la gente es tonta. Yo pongo a Demóstenes o Cicerón, en lo que a inteligencia se refiere, muy por encima de numerosos «genios» contemporáneamente galardonados.

P.D: A manera de comentario, fíjense ustedes en la vergüenza en la que ha caído la sociedad actual. Escribo desde un cibercafé y no sé quién será el analfabeto que considera faltas de ortografía las siguientes palabras: políglotas , coherentemente, Antonio, etc. (¡y etcétera abreviado!) Con el tiempo, los pocos que escriban correctamente serán analfabetos para los analfabetos. Perdonen, pero es que es deprimente. (Nota del autor).

Antonio Romero Ortega. Málaga