Sólo para Juan Ramón Jiménez todas las rosas son la misma rosa. Porque para el PSOE han sido muchas variedades las que han ido compitiendo en vigor, en la cantidad de flor producida, en la resistencia a las enfermedades e inclemencias del tiempo, y en la persistencia de su aroma. Pocas coincidencias entre la rosa González y la rosa Zapatero, la joven rosa Rubalcaba y la Rubalcaba marchita del último invierno. Tantas rosas como la fertilidad de las ideas que las abonaron o la sequía de las mismas que volvieron hacia dentro sus espinas y su sombra. Hasta amanecer este domingo en el que 200.000 militantes votarán el nuevo nombre de la rosa. Madina, Sánchez o Pérez Tapias. Tres hombres y un destino: dirigir la regeneración de un partido deshojado desde dentro, deshojado de fuera. Por la crisis económica, por la crisis de identidad. Cada uno ha jugado sus talentos: la fuerza del aparato y su carpetovetónica maquinaria -en la que el juego sucio continúa siendo un método permitido-; el encantamiento del marketing político con su perfecta seducción; la experiencia irreductible de la izquierda como compromiso político. Tres socialismos para el futuro socialista. Detrás de cada alfil un equipo de peones vivos, el mismo rey enrocado y una reina en la retina. Las bases en acción, el partido agrietado y la incuestionable líder de una batalla a la inglesa entre dos rosas. Porque en realidad, salvo giro y sorpresa, sólo dos opciones se disputan hoy la victoria y la primera partida del porvenir. Madina y Sánchez en el jardín de los senderos que se bifurcan. Pérez Tapias representa un necesario e inteligente comodín con el que debería contar el ganador.

Un domingo trece en el que Sánchez o Medina aspiran a ser el bálsamo de Fierabrás. La pócima mágica con la que recuperar autoestima, la ilusión de sus cansados votantes y la confianza de una ciudadanía desposeía de esperanza y credo en la política y en los partidos que hasta hace poco representaban el ideario del trabajo y la economía social. Menos le importa al PSOE el respaldo de esa otra izquierda independiente y crítica que continúa echando en falta ideas claras, bien estructuradas y realmente progresistas. Esta no votará mañana. Sus miembros no forman parte de la esclerosis de un partido con una deteriorada democracia interior y una fachada poco edificante a la hora de dar la talla en la dureza del combate. Tampoco participa del concepto de empresa que ha perpetuado el acceso de los cachorros de las juventudes, al igual que en otros partidos, a las listas electorales y a otras prebendas por los exclusivos méritos de saber no destacar y por la fidelidad a la cúpula del momento. El sistema que ha transformado a los partidos en estancias opacas donde, a pesar del peso asfixiante de la mediocridad, de la corrupción, de la escasez de autocrítica y de debate, nadie se ha atrevido a abrir las ventanas para airear el moho, los fantasmas y la resaca de las ideologías y erradicar los protagonismos excluyentes, la tendencia a hacer biografía y las rivalidades que aprovechan las zozobras para ajustar cuentas de familia mal avenida. Salvo excepciones, en unos y otros partidos en los que también se encuentran algunos ejemplos de ilusión incombustible, capacidad de trabajo, honestidad y amplitud de miras, los políticos desconocen el desconsuelo y las exigencias de la economía real, las convincentes razones de la apatía ciudadana frente a lo político. Sin olvidar el desprecio con el que socialistas y populares se relacionaron con el pensamiento ilustrado, las voces críticas de la cultura y las reclamaciones de participación real y efectiva de la sociedad civil.

Hoy saldrá de la consulta socialista la pareja de baile de Susana Díaz, la jefa de Andalucía. De las dos o entre ambas estará la cabeza electoral y sobre todo el sueño de un socialismo capaz de ir por delante en lugar de hacerlo a rastras de los acontecimientos, y marcar la regeneración de la política, abordar la urgente defensa del Estado social de derecho -a través de un nuevo planteamiento equitativo de la reforma fiscal-, la limitación de limitar los mandatos en la Presidencia, promulgar el final del aforamiento de los cargos públicos, establecer la financiación transparente de los partidos y promover una reforma de la Constitución. Una tarea sobre la que muy poco han explicado los nuevos caballeros de la rosa. De hecho, ninguno ha ido más allá de la panadería de la esquina y todos se han conformado con hacer barrio y fervor de la pertenencia, de la identidad y su Historia. Ninguno se ha arremangado las mangas y las ideas para demostrar que han madurado las heridas, hecho acto de contrición del narcisismo y armado un ideario donde las ideas estén por encima del marketing, la arenga y el espíritu de El Principito y Maquiavelo.

En este país hace falta en la izquierda, en la derecha y en los movimientos ciudadanos, que abunden menos criaturas políticas y animales públicos y sobresalgan algunos auténticos monstruos políticos con cabeza y talante de Estado, resueltos a gobernar, a hacer oposición, a saber establecer necesarios pactos de Estado con inteligencia, actitudes coherentes, honestidad y capacidad de liderazgo. De establecer que, como señalaba hace días, Fernández Ordoñez, las formas de política en España incluyan el análisis serio, la opinión de expertos y de otras experiencias internacionales en el estudio y resolución de los grandes problemas que afectan a la sociedad.

Hoy es el primer pétalo al que preguntarle si la rosa de mañana será la rosa fénix del PSOE o una nueva rosa de Fierabrás.

*Guillermo Busutil es escritor y periodista

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