¿Cómo debo decir: ¿«La selección no consigue que la pelota llegue al otro área» o «La selección no consigue que la pelota llegue a la otra área»? ¿«Se suceden las acciones de peligro en este área» o «Se suceden las acciones de peligro en esta área»? Solía yo solventar ese problema con mis alumnos pidiéndoles que se grabasen en la memoria cuatro palabras que, para mayor facilidad mnemotécnica, rimaban: «el, un, algún, ningún». Les decía que en más de una ocasión, al hablar o al escribir, iban a encontrarse con sustantivos (o «nombres», qué más da) femeninos iniciados por una «a-» tónica o bien por «ha-» también tónica, es decir, con acento de voz sobre ella. Ejemplos: acta, agua, águila, ala, álgebra, alma, ansia, ara, arca, área, arma, asa, asma, aula, avemaría, habla, hacha, hada, hambre€ Cuando tal cosa ocurriese, la regla dictaba que no debían anteponer cualquiera de los determinantes «la», «una», «alguna», «ninguna» en femenino, como correspondería, pues sonaba fatal, cacofónico (y escribo ahora el asterisco correspondiente que señala una expresión mal usada): «*la acta», «*una ama de casa», «*alguna hada», «*ninguna aula». Por el contrario, habrían de colocar «el», «un», «algún», «ningún»: «el acta», «un ama de casa», «algún hada», «ningún aula».

Eso sí, les hacía notar que sólo tenían que aplicar la regla cuando determinante y sustantivo fuesen juntitos, uno detrás de otro, sin palabras por el medio: «un águila», pero «una imponente águila»; «algún hacha», pero «alguna afilada hacha». Y no me olvidaba de señalarles que sólo valía la norma para esos cuatro determinantes, que los demás mantenían el femenino: «esta aula», «otra aula», nada de «*este aula» u «*otro aula». Las excepciones las dejaba para clases posteriores, no fuese que algún alma paterna o materna quisquillosa me denunciase ante la inspección educativa por tortura mental al dar tanta teoría seguida. Pues bien, los comentaristas del fenecido Mundial brasileño (profesionales del habla, a los que, por lo tanto, es justo exigir que conozcan el idioma que usan) se han pasado los partidos diciendo cosas tan incorrectas como «*La selección no consigue que la pelota llegue al otro área", "*Se suceden las acciones de peligro en este área». Me sonaba mal, pero eran tan contumaces los narradores, tanto daban la barrila con ello, que acudí a la doctrina de la RAE por ver si la cosa había cambiado. No, no había cambiado€ aunque, como suele y acostumbra de un tiempo a esta parte, la Real Academia complica un poquitín la cosa. Como los académicos no son profes de adolescentes, les encantan esas vaguedades de «aconsejado, pero no obligado», «admisible, aunque poco correcto» que vuelven loco a uno. (Que aprendan de Tráfico: un «Ceda el paso» es un «Ceda el paso» y sanseacabó). Así, dictamina que «no es incorrecto, aunque sí poco frecuente, utilizar la forma plena ´una´: ´una área´, ´una hacha´, ´una águila». Y añade que también «los indefinidos ´alguna´ y ´ninguna´ pueden adoptar en estos casos las formas apocopadas (´algún alma´, ´ningún alma´) o mantener las formas plenas (´alguna alma´, ´ninguna alma´)».

Menos mal que mantiene lo demás sin nuevos recovecos. Si a estos titubeos unimos las excepciones, explicarlo en clase se convierte en un fandango bueno: los ponía yo a los académicos en un aula (o «una aula», ya saben: correcto pero poco frecuente), a ver si se aclaran. Porque hay que decir «la hache» y «la a» y «La Haya» y «la Ángela» y «la APA». Porque fluctúa la norma en los topónimos: «El África», pero «La Austria». Porque resulta de cajón decir y escribir «la árbitra» («*el árbitra» sería un sindiós). Y la única manera que encuentra el idioma de señalar el sexo es usando «la árabe» o «la ácrata». O es uno muy aficionado a estos rompecabezas o abandonará y concluirá desesperado: «De esta agua no beber黀 o «De este agua no beberé», como cada vez se oye más y como acabará aceptando la RAE. Denle tiempo.