La celebración de la Diada en Cataluña, el pasado jueves, ha significado un respaldo ciudadano en la calle de las tesis soberanistas defendidas por el gobierno del president de la Generalitat, Artur Mas. Una primera lectura parece indicar que el paso del tiempo y algunos acontecimientos políticos lejos de mitigar o contribuir a que desaparezca un sentimiento de malestar en la población catalana, al contrario, aumenta y va suma partidarios a favor del independentismo. De hecho, ni siquiera la propia crisis de las élites políticas del partido en pleno agosto parece haberle hecho perder apoyos en ese «Viaje a Itaca», la consulta del 9 de noviembre. Me refiero, por un lado, a las profundas discrepancias políticas de Josep Antoni Durán i Lleida que le hicieron abandonar sus cargos en CiU, creando una plataforma cívica Catalunya al Centre alrededor de Unió Democrática, con la intención de vertebrar el catalanismo de otra manera. El otro acontecimiento ha sido, la confesión de Jordi Pujol del fraude fiscal cometido con la herencia paterna que, a su vez, ha sacado a colación la peculiar trayectoria en el mundo de los negocios de algunos miembros de la familia, así como unos bienes y unos patrimonios que han provocado entre el estupor y el asombro.

Desde esta óptica, la multitudinaria manifestación en V de Barcelona del pasado jueves, la tercera de este tipo, y constituye una expresión de una sentimiento independentista que está creciendo dentro de la sociedad catalana y que esta vez ha sido apoyada por las fuerzas nacionalistas y también por las de la izquierda. Frente a esto, Societat Civil reunió, por vez primera, en Tarragona a simpatizantes del PP, de Ciutadans y a algunos militantes socialistas como Carme Chacon, reunió a unos miles de personas en su primera Diada en contra de la Secesión.

El sonido de la calle es, sin duda, un éxito de CiU y ERC, pero esto no significa que la sociedad catalana apoye de manera unánime el soberanismo. Los datos de los principales sondeos de opinión pública reflejan que hay una diversidad mayor que lo que la calle muestra. La última encuesta del CEO (Centre de Estudis de L´Opinión) establecía una divisoria muy clara en la sociedad catalana: un 45% de independentistas, un 20% de federalistas, un 3% de centralistas y un 9% que no se define. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) analiza en su último sondeo la situación en Cataluña tras las elecciones de noviembre, mostrando que aumentan los ciudadanos que apuestan por la autodeterminación como la mejor solución para la comunidad. Los partidarios de que España permita a Cataluña «convertirse en Estado independiente» (fórmula que utiliza el CIS) crecen un tres por ciento respecto al último barómetro del CIS y alcanzan el 40,6%. El 25,6% apuesta por seguir en el Estado pero con un grado mayor de autogobierno; mantener la situación actual seduce al 17,6%; el 3,4% apuesta por unas autonomías con menos poder; y la opción de que España sea un Estado central sin autonomías convence al 9,1%. El CIS, al contrario de lo que hizo en mayo en su barómetro sobre el Estado de las Autonomías, evita preguntar directamente sobre la secesión. Finalmente, en un sondeo del Observatorio MyWord para la Cadena Ser hecho durante esta semana, el 52% de los catalanes se declara abiertamente a favor de la independencia, mientras que sólo un 24% votaría en contra. La encuesta también muestra que un 15,9% no tiene decidido su voto o simplemente no quiere revelar que votaría, y un 7,7% anuncia que se abstendría. 8 de cada 10 catalanes se muestran partidarios que Cataluña, o cualquier comunidad, pueda celebrar un referéndum para manifestarse sobre si quiere continuar formando parte de España. Además, aunque el referéndum fuera declarado inconstitucional, un 59,7 % de los catalanes iría a votar de todas formas. Los encuestados consideran que el máximo responsable del empeoramiento de la relación entre Cataluña y España es el Gobierno de Rajoy. En concreto para el 54% de los catalanes hay un claro culpable de la situación. Los otros culpables que identifican los catalanes son: un 9,4% al Gobierno de Mas, un 7% a los partidos independentistas, y un 12% a los malentendidos y/o perjuicios de los ciudadanos españoles y catalanes. La estimación de voto del observatorio confirmaría a Esquerra Republicana como el primer partido, el más votado, de Cataluña. Con un 22,1% de los votos ERC se convertiría en la primera fuerza. CiU quedaría relegado al segundo lugar con una caída de 10 puntos (obtendría el 20,7% de los votos). Ciutadans se convertiría en la tercera fuerza política catalana ocupando el espacio que le dejan libre PSC y PP. Los socialistas retrocederían cuatro puntos.

En los últimos meses, como hemos visto, el denominado proceso ha producido un paulatino crecimiento del apoyo del independentismo, ayer refrendado en la calle, por la opinión pública catalana que oscila entre un 40% y un poco más del 50%, según los sondeos. Sin embargo, frente a esta situación, no han surgido, de forma reactiva, unos porcentajes muy altos de centralistas -entre un 3% y un 12% en este último caso sumando los centralistas puros y los que piden un Estado Autonómico con menos competencias-. Finalmente, la divisoria más interesante radica entre los porcentajes de los que apoyarían una reforma del Estado Autonómico, que oscila entre un 20% y un 25%. A lo que habría que sumar ese 17% de los que están conformes con el actual modelo de estado territorial que tenemos.

El rumor de la calle debe escucharse, sin duda, pero no debe servir para justificar e impedir buscar salidas al actual actual laberinto catalán. Lo que tenemos es un proceso abierto con la fijación obsesiva en una consulta imposible y que está en contra del marco constitucional. Sin embargo, la huida hacia adelante del nacionalismo catalán hacia el independentismo contrasta con la ausencia de diálogo del gobierno y su único argumento en la legalidad. El denominado proceso genera partidarios del independentismo pero también fractura a la sociedad catalana, divide su sistema de partidos, a sus líderes políticos y, como hemos visto, también a sus ciudadanos y a su sociedad. De hecho, surgen partidarios también de una tercera vía y no genera consenso ni partidarios en España. Hace falta un giro del catalanismo político actual junto con una voluntad de diálogo en el gobierno para salir del actual laberinto catalán y crear soluciones políticas. Ni la huida hacia delante del nacionalismo ni el rechazo frontal del gobierno pueden seguir siendo las claves de este conflicto por más tiempo.

*Ángel Valencia es catedrático de Ciencia Política de la UMA