Los últimos datos de obra pública en Málaga confirman que las administraciones trabajan ya con el chip electoral incorporado. Las inversiones, en el caso del Gobierno, han llegado a multiplicarse por diez en lo que va de año demostrando que del cero al infinito, o de la nada al todo, no tiene por qué mediar un mundos, simplemente hace falta que las elecciones se vayan poniendo a la vista. Tras años de atonía inversora (por no usar un término algo más explícito), el 2015 presenta ya en julio un volumen global de inversiones (208,7 millones de euros) superior ya al que hubo en cualquiera de los dos años precedentes, según los datos publicados el pasado martes por la patronal Seopan. Y es que el calendario electoral del próximo año no deja indiferente a nadie. El Estado se espabila con la inversión en la depuradora de Pilones; la Junta de Andalucía, tras haber inaugurado con retraso el metro, dispara su licitación con los proyectos del Instituto Hortofrutícola de la UMA y el vial de interconexión con el Campus de Teatinos; el Ayuntamiento de Málaga, por su parte, luce la inversión del Cubo mientras prepara la peatonalización de Postigo de los Abades, junto a la Catedral ¿Y la Diputación? Tampoco se queda atrás, teniendo ya colocada la fecha de reinauguración del Caminito del Rey entre enero y febrero de 2015. Todo esto no es más que un aperitivo de lo que nos espera en los próximos meses, donde tengan por seguro que todos -los de un lado y los del otro- diseñarán un estudiado calendario de inauguraciones para asegurarse la foto y la gloria adjunta. Los constructores, que vienen reclamando desde hace años un aumento de la inversión para dinamizar el empleo, se toman el tema con bastante filosofía, acostumbrados a que nuestros gobernantes supediten sutilmente las inversiones su interés electoral. Que tampoco es que sea ilícito, la verdad, aunque sí que queda algo feo. Sobre todo porque hablamos de actuaciones de interés general, de infraestructuras básicas que nos hacen más competitivos y que nos facilitan la vida. Una administración tiene todo el derecho del mundo a sacar pecho de sus obras. Lo que resulta más chocante es que alguna quiera hacer en el último año lo que sistemáticamente ha venido negando los tres anteriores. Tanto que a algún empresario, cuando se le pregunta por el tema, ironiza: «Benditas elecciones».