Fue un dignísimo y excelente representante de Málaga y de los malagueños. Fue uno de esos raros políticos al que la población admira y al que concede la condición de ser uno de los mejores de la sociedad

Ayer murió a los 71 años Pedro Aparicio Sánchez, que fuera alcalde de Málaga durante dieciséis años, entre 1979 y 1995. La noticia ha causado una honda conmoción en la sociedad malagueña. El pleno que celebraba el Consistorio de la ciudad que rigió y que tanto admiró, quedó suspendido. No sólo en el ámbito de la política deja honda huella. También en el universitario, dado que era profesor brillante. Y en el de la medicina, especialidad de cirugía, primera de sus dos carreras. La otra fue el periodismo, en el que veló armas en su juventud y que luego en la madurez cultivara como columnista. Deja huella, en fin, en tanta y tanta gente que lo conoció como servidor público. Aparicio fue el primer alcalde de la restauración democrática post franquista. Un gran alcalde. Tal vez el mejor que tuvimos en el siglo XX. Impulsor de una obra ingente que transformó y modernizó Málaga: su equipo fue el encargado de asfaltar no pocas calles, de renovar o tender canalizaciones, de adecentar solares, de sacar de la marginación a barrios enteros. Gracias a él llegó el teatro Cervantes, se implantó una moderna Empresa Municipal de Transportes. Con él -gran melómano- se creó la Orquesta Filarmónica de Málaga, se erigió la estación de autobuses y Málaga se dotó del Jardín Botánico de la Concepción. Sentó las bases de la modernidad en esta, hoy en parte gracias a él, gran urbe. Aparicio era un hombre culto y seguro de sí mismo, un intelectual, un viajero, un hombre de carácter también. Una figura muy admirada y cuya faceta de alcalde iba engrandeciéndose, irá engrandeciéndose, conforme pase más tiempo de su salida de la alcaldía. Hoy es unánime la opinión de que, aún habiendo cometido fallos (o siendo presa de la inercia) en su último mandato, que pudo sobrarle, sus años de regidor fueron fructíferos, imaginativos, potentes, interesantes. Málaga ascendió en la liga de las ciudades. Sin duda. Aparicio supo entenderse con las izquierdas y las derechas en mandatos y plenos y decretos o negociaciones que no siempre pudo ejercer en solitario. Hombre de profundas convicciones socialistas y de izquierdas, no pudo evitar sin embargo sentirse muy decepcionado con su partido de toda la vida, el PSOE (que llegó a presidir en Andalucía), cuando no fue incluido en las listas al Parlamento europeo en 2004, luego de ocho años en Bruselas donde vivió de manera intensa su pasión europeísta. También quedó decepcionado por la postura de su formación en cuestiones de organización territorial española. Todo ello le llevó a una amarga ruptura que incluyó la entrega del carné hace unos años. Pero incluso en su época más idílica en el PSOE, como alcalde, Aparicio fue muy crítico. No dudó en enfrentarse a la Junta o al Gobierno central si de defender los intereses de Málaga se trataba. Históricos fueron algunos de sus desencuentros con ministros a cuenta de infraestructuras para la ciudad que a menudo les eran negadas desde Madrid. También desde Sevilla.

Aparicio pertenece a un estilo y estirpe de políticos que ya poco se da: doblemente universitario, brillante, no estuvo nunca en política para medrar o lucrarse o ascender en la jerarquía partidista. En sus últimos años se había insertado de nuevo de manera notable en el día a día de la ciudad, asistiendo a almuerzos y tertulias y actos culturales en los que participaba con entusiasmo. Ayer, representantes de todas las ideologías hablaban bien y con respeto de él y su obra y su figura. Pedro Aparicio fue un dignísimo y excelente representante de Málaga y de los malagueños. Fue uno de esos raros políticos al que la población admira y al que concede la condición de ser uno de los mejores de la sociedad, el territorio, en la que se inserta. Con Pedro Aparicio se va el regidor de una época en Málaga singularmente interesante e intrincada: la de la segunda transición. Al comienzo de su mandato, España no pertenecía a la Comunidad Europea, aún no había llegado la izquierda al Gobierno; en Málaga como en otras muchas ciudades, gobernaron los socialistas en coalición con el PCE e incluso con una tercera fuerza, como los andalucistas. Todo era distinto. Seguramente peor y transformado en positivo. Gracias a hombres y mujeres como él.

Hoy a la una se celebrará una misa en su memoria. El Ayuntamiento ha decretado dos días de luto. No habrá capilla ardiente en la vieja Casona que tantas veces pisó y en la que tantas horas trabajó. Por expreso deseo suyo. Se acumulan las condolencias y los testimonios que no sólo llegan desde todos los puntos de la provincia y de Andalucía, sino desde muchos puntos de España y del extranjero. Aparicio supo entender esta ciudad, conectar con ella, gobernarla sin necesidad de artificios o folclorismos dicharacheros. Teniendo a raya a especuladores. Fue pionero en entender que la cultura debía ser para Málaga una línea de actuación estratégica. Que complemente el turismo o haga este más atractivo. Pero que también fabrique ciudadanos más tolerantes, formados y, por tanto, libres. Cultura entendida también como la oferta y actividad que hace de una ciudad grande una gran ciudad.