Le ha costado decidirse. La elección no era fácil. Una encrucijada en toda regla. Esperanza Oña dejará la alcaldía de Fuengirola y conservará el escaño en el Parlamento de Andalucía. Para realzar su rango y aumentar la expectación pidió la forma de escenificar el anuncio: habría de hacerse en la sede provincial y con el presidente, Elías Bendodo. Nadie sabía a ciencia cierta hasta bien entrado el fin de semana qué haría. Nadie, nadie. Oña tuvo primero indecisión, luego reflexión y finalmente quiso jugar una última baza, muy apetecible, por cierto: poner nerviosos a los demás. Los demás son los dirigentes de su partido. Oña ha ejercido un caudillaje en Fuengirola donde es apreciada y donde no permite lo que sí pide como oposición cuando está en Sevilla. Tratará ahora de hacer política regional. No le va lo de vegetar. Sería la tercera vez que se ve a solas con sus ambiciones. No cuenta con el aprecio de Moreno Bonilla ni de Bendodo. La temen. No olvidan tampoco que tras la marcha de Arenas trató con rapidez (y franqueza) de postularse como sucesora. Oña, para el PP y para su electorado, no habría sido mala candidata a la Junta. Arenas la tuvo siempre como consejera de Sanidad in pectore. Para cumplir sus promesas, Arenas habría tenido que formar un Gobierno con cuarenta consejerías. Puede que con la maquiavélica (y tramposa) norma ideada por el PSOE para evitar que el PP presente en las autonómicas a los alcaldes, sea finalmente el PP el que mejor aproveche esa Ley: debilita a sus figurones. En cualquier caso, la dedicación exclusiva de Oña al Parlamento llega en un momento importante para sus ambiciones: en la Cámara no está Moreno Bonilla, López Gabarro ha optado por la alcaldía y Antonio Sanz, que hace de malo, está marcado por la etapa Arenas. Oña es más mediática que Carlos Rojas. El PSOE no tardó en arrearle a la ya pronto exalcaldesa. Miguel Ángel Heredia dijo que «deja tirados a los fuengiroleños» (lo cual es un reconocimiento implícito de que estos la necesitan) y que va a tratar de conquistar el PP-A «por la debilidad de Moreno Bonilla». Ocupándose de Oña, Heredia le da relevancia. Y ningunea a Bonilla aún nombrándolo. Los dirigentes del socialismo provincial no han sido nunca (muy) valientes para atacar a Oña. Ahora era obligado rendirle honores a la inversa, acorde con lo que dicta la caballerosidad política: putear al que se va. Serón se ha ido pero no se va y no sabemos si va a exigir también una rueda de prensa. La amenaza de presentarse aunque sea con otras siglas está sobre la mesa. Serón debe saber demasiado. Cuanta sumisión de todos. Hasta en Alhaurín.