No es la primera vez que un alcalde de alguno de los pueblos de la provincia da la voz de alarma en cuanto a la merma de la población de la vecindad que rige. Semanas atrás le tocó tocado el turno al regidor de Cañete la Real, municipio que acusa una caída de sus habitantes en una cifra rayana en el 12 %. Una barbaridad. Pero no es el único, le acompañan en este descenso vertiginoso hasta una veintena de pueblos del interior, entre ellos,ocupando un lugar preeminente, hasta media docena de los que se circunscriben dentro del marco de la Serranía de la Ronda. ¡Ay, esta Serranía que nos duele, siempre malparada a la hora de poner en recuento todo lo que atañe a su progreso y desarrollo económico! Un elemento que obra en su contra desde bastantes años atrás es el abandono de sus vecinos,los cuales marcharon en pos de nuevos horizontes de vida, cuando los de aquí se les aparecían sombríos e imposibles. En diferentes ocasiones dijeron aquello de «¡carretera y manta!» y enfilaron - maleta de cartón y bocadillo de chorizo envuelto en papel de estraza- hacía los suburbios del norte peninsular o las industriosas ciudades de centroeuropa, en busca del pan que aquí se les negaba.

Algatocín, Atajate, Benaoján, Faraján..., pierden población por día. Tuvieron un resurgir venturoso con la vuelta de los emigrantes, que compraron tierras y reconstruyeron casas deshabitadas,además de proporcionar trabajo a quienes no quisieron o no pudieron participar en la aventura europea. Pero aquellos días de fortuna ya son historia y nadie recuerda que contribuyeron de manera terminante en el desarrollo de la provincia. Ahora, en la España de la Unión Europea, nuestros políticos echaron en el saco del olvido a los emigrantes. Son agua pasada. Y sin posibilidad de empezar de nuevo, porque ya no son brazos los que se solicitan allende frontera sino jóvenes universitarios bien formados, los pueblos serranos languidecen en la inopia.

No se puede decir que las distintas administraciones se desvivan para evitar el despoblamiento y el envejecimiento de la población interior, más bien todo lo contrario. Se echan en falta medidas inaplazables de infraestructuras y servicios como la mejora de la red de carreteras cuyo estado en buena parte de los municipios de la comarca de Ronda, por poner un ejemplo, dejan mucho que desear. Se impone propulsar la continuidad de todos los pequeños municipios mejorando incluso su autonomía y financiación, o potenciar las iniciativas productivas, entre otras providencias que vengan a impulsa el empleo en la zona.

Y, naturalmente, si la población escasea, los nacimientos decrecen. Con lo que es el pez que se muerde la cola, dibujándose una situación que clama porque desde las instituciones se muestren con mayor sensibilidad ante el problema, propiciando el regreso de quienes en su día pusieron tierra de por medio, con medidas propicias para un nuevo asentamiento en lugares que hasta ahora resultaron hostiles para subsistir.