No, no es que este columnista haya experimentado un súbito arrebato de malagueñismo. Tampoco es que pretenda repetir la fórmula con la que mi compañero Gonzalo León cierra habitualmente su columna Lavidamoderna Merma en este mismo periódico; en este caso hay que atribuir la expresión a un malagueño más antiguo, del año 1806 para ser exactos. Y en lugar de impresa sobre papel la encontramos inscrita en piedra, medio poco propicio a tales muestras de efusividad.

El inusual «Viva Málaga» al que aquí aludimos se encuentra en una cartela situada sobre el mascarón central de la fuente de Reding, en el paseo del mismo nombre. Media ciudad pasa a diario por delante del monumento, ajena sin embargo a la presencia de la extraña criatura marina que nos mira con ojos saltones desde el círculo central de la composición, y de cuyas fauces mana finalmente el agua. Sí que ha merecido las atenciones de algunos pintores de renombre, como José Moreno Carbonero, Guillermo Gómez Gil o Rafael Murillo Carreras, que la representaron a lo largo del siglo XIX en respectivos cuadros costumbristas. Claro que, en aquellos tiempos, la Sociedad Municipal de Aparcamientos no había instalado un colosal panel delante de ella, que a la vez que nos informa de las plazas disponibles en los distintos parking del centro urbano, bloquea parcialmente su visión y arruina la perspectiva del pintoresco rincón en la que se enclava.

Por cierto que al panel de Smassa le acaba de nacer un hijuelo, de menor tamaño pero más cercano a la fuente, y cuya titularidad es aún una incógnita, pero que contribuirá a estropear más aún la percepción visual del conjunto. Fíjense al pasar. Ay, Málaga.

*Luis Ruiz Padrón es arquitecto