Va para un año y todo sigue sin resolverse. Quince personas fallecían a comienzos de 2014 cuando intentaban llegar a nado a Ceuta, mientras agentes de la Guardia Civil usaban material antidisturbios contra ellos para impedírselo. La mayoría de ahogados rondaba los 20 años; Y algunos de los cadáveres todavía no han sido identificados. Una tragedia, hoy, prácticamente relegada al olvido. Una más. Como los seis adultos y tres bebés que fallecieron al naufragar su patera hace apenas unos días frente a la costa de Tánger mientras intentaban llegar a España.

Otra tragedia que apenas sirve para poner un número más a la cifra de personas fallecidas en el Mediterráneo: sólo en 2014 han sido más de 3.000, según la Organización Internacional de las Migraciones. Y, a pesar de estas muertes -25.000 en las últimas dos décadas- Europa y España continúan apostando por militarizar las fronteras, elevar vallas, colocar concertinas. Maltratar a las personas migrantes y refugiadas. En la «guerra contra las migraciones» que sostienen los gobiernos europeos las únicas víctimas son personas que, como usted y como yo, sólo buscan una vida mejor.

Ha sido 2014 el año en el que, gracias al trabajo de diversas ONG, no sólo hemos visto a agentes de la Guardia Civil lanzar bolas de goma a las personas inmigrantes que intentaban llegar a nado a Ceuta, sino también golpearles repetidamente en la frontera de Melilla, llevando a suelo marroquí a quienes ya estaban en España mediante las ya famosas devoluciones en caliente. Y será 2015 el año en el que, desgraciadamente, se legalizarán esas prácticas ilegales, ya aprobadas en el Congreso -con los votos en solitario del Partido Popular en el marco de la Ley de Seguridad Ciudadana- apenas pendientes de su paso por el Senado, un mero trámite. Un año, este en el que estamos ya, en el que lamentablemente leeremos más noticias sobre muertes en el Estrecho y sobre incidentes en las fronteras de Ceuta y Melilla.

Pero además, como tiempo de elecciones que es, escucharemos más comentarios racistas, xenófobos y faltos de criterio. Como el exabrupto que el Ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, soltó: «Si me dan la dirección donde a esa pobre gente los podemos trasladar y garantizan su manutención y que les dan trabajo le aseguro que les enviamos» a modo de ramplona contestación a las críticas vertidas por distintas instituciones nacionales y europeas, la Iglesia y más de un centenar de ONG sobre la ilegalidad de las devoluciones en caliente.

Málaga Acoge, como parte de Andalucía Acoge y la red europea Migreurop, ha trabajado proponiendo alternativas a la situación actual. Medidas factibles y realizables: facilitar la reagrupación familiar y la obtención real de visados en África, garantizar la protección a las personas refugiadas y, también, a las víctimas de trata.

Poner en marcha de una mesa de diálogo internacional e inclusivo. Los gobiernos, para cambiar esta dramática situación, no tienen más que poner el foco en las personas y garantizar el respeto de sus derechos. Simple. En los tres últimos meses, hemos llevado estas propuestas tanto al Parlamento europeo como al Congreso de la Diputados. Pero España no escucha y Europa habla, critica pero no hace nada más que militarizar aún más las fronteras. Y las personas que -como usted y yo haríamos- huyen de la miseria y de las guerras, continuarán jugándose la vida ante los muros de nuestra indiferencia.

*Adela Jiménez es presidenta de Málaga Acoge