La mañana de mañana volverá a ser la de la ilusión tras una larga noche de nervios. Lo reconozco. Aún pongo los zapatos bajo el árbol esperando que Sus Majestades de Oriente se porten bien conmigo. Es una magia indescriptible, única, inigualable... por muchos años que uno cumpla. Cuando hay niños en casa, es inevitable mimetizar los sentimientos. La alegría se encuentra en sus ojos abiertos como platos. Hay que ser muy celosos y tener mucho cuidado para tratar por todos los medios que esta maravillosa emoción por Melchor, Gaspar y Baltasar perdure. Incluso cuando conozcan una realidad que, en este caso, jamás podrá superar a la ficción.

Aún en tiempo de crisis económica, los detalles cobran un papel fundamental. Más aún en estos casos en los que la fantasía depende, muchas veces, de un reloj de pulsera, unas zapatillas deportivas o una barba postiza. Que los niños son niños pero no son tontos. Además de que nadie se cree que los Reyes Magos estén una semana dando vueltas por Málaga antes de repartir sus regalos, resulta ridículo e indignante ver a un falso Baltasar con un cigarrillo en la boca. No se puede jugar de esa manera con la ilusión de los niños. Afortunadamente, el betún deja tanto que desear, que los pequeños aciertan a adivinar que esos no son los Reyes verdaderos, no pueden serlo, sino «gente disfrazada», porque los auténticos, está claro, que llegan esta tarde y salen de la Alcazaba. Al menos esos trajes, solemnísimos y majestuosos, confeccionados por Sara Luque, sí son dignos de su realeza.

Recuerdo cuando era niño y llevaba mi carta al Cartero Real, el emisario predilecto de los Reyes Magos. Él se encargaba de comunicar a los monarcas, con suficiente antelación, la lista con mis deseos. Era un intermediario honesto y, sobre todo, creíble. Los Reyes enviaban a esta figura de pomposos ropajes y plumas en la cabeza porque ellos estaban demasiado ocupados envolviendo los paquetes y depositándolos en las alforjas de los camellos, preparándolo todo para su larga noche de trabajo. Esta tradición sólo la mantienen las cofradías, en la mayoría de los casos. Si hay entidades que cuidan los detalles en Málaga, ésas son las hermandades. Los Reyes llegan cuando tienen que hacerlo.

Hoy será en San Lázaro, con más de mil presentes. Y mañana por la mañana, en San Juan, harán una última parada para hacer una entrega solidaria de regalos a 141 niños de Cáritas de esta feligresía y atendidos por las Hermanas de la Cruz en la festividad de la Epifanía. Sus cartas las han escrito los archicofrades de los Dolores. Un ejemplo.