Hace no muchas fechas me pasó algo curioso con una de mis jugadoras. La chica en cuestión me preguntó: «¿Por qué le damos la mano al árbitro al comenzar y terminar el partido?». En ese momento no quise explicarle profundamente el hecho de hacerlo porque quería que mi discurso le calara bien, puesto que es un tema que ellas mismas deben tener claro, así que aprovecho este espacio para explicarle no solo a ella, sino a todas, el por qué de ese momento que transcurre antes y después de un partido.

Esto es algo que mi equipo practica en cada encuentro porque entiendo que el árbitro es otra figura más del partido y que en el baloncesto base en el que nos movemos, tanto él como nosotros estamos para disfrutar y educar. Al igual que se le da la mano al rival por distintos motivos, hay que hacerlo con los dos árbitros. Incluso no estaría de más hacerlo con los oficiales de mesa, pero es cierto que a veces muchos se olvidan de que ellos también forman parte de esto.

El respeto hacia este colectivo es algo que los propios entrenadores tenemos que cuidar y fomentar entre nuestros jugadores. Es cierto que muchas veces discutimos con ellos o no estamos de acuerdo con lo que nos sancionan, pero hace mucho tiempo aprendí que si tu equipo ve que tú te escudas en las decisiones arbitrales a la hora de canalizar una derrota o un mal partido, estás perjudicando claramente a tu grupo. Si esto sucede, está claro que jamás van a aprender de ti que la derrota es parte del juego, sino que irán confirmando cada vez más que el partido perdido viene por una serie de factores externos que tienen un culpable claro.

Alguna vez me ha podido pasar a mí, me pongo el primero y hago autocrítica, pero la experiencia es un grado y por mucho dialogo que se pueda tener con un compañero -porque los árbitros no dejan de ser compañeros- siempre hay que guardar respeto por su trabajo y demostrarle que sin sus actuaciones no podríamos practicar este deporte cada fin de semana. He vivido situaciones bastante desagradables en las que un entrenador se ha encarado con ellos y no han parado de soltar críticas durante 40 minutos, no solo en categorías cadete o júnior, sino también en Minibásket e incluso Premini. A veces duele ver esto y repito que de los errores se aprende. ¿Es esta la educación que buscamos? Habrán podido tener un mejor o un peor día, porque son personas que como nosotros se equivocan, pero siempre hay que guardarle ese respeto que nosotros mismos también queremos en nuestra faceta lúdica o profesional.

Tras cerca de 16 años en la base me ha dado tiempo a equivocarme y rectificar. Es la clave para que tus jugadores comprendan lo importante que es la figura del árbitro. En muchas ocasiones incluso ven como los encargados de pitarnos son chicos y chicas que pueden tener dos o tres años más que ellos, y de nosotros deben aprender a tratarlos como se merecen. Ser árbitro es difícil, y les hacemos un flaco favor si nos pasamos todo el dichoso partido discutiendo lo que pita. Y si se hace en algún momento, siempre debe ser a través del diálogo y del respeto, entendiendo claramente cuando se debe hacer, porque lógicamente hay situaciones del partido en las que es muy complicado dirigirte a cada uno de ellos.

Todo esto viene por aquella pregunta que me hizo mi jugadora, pero también porque este fin de semana uno de los nuestros ha vuelto a demostrar a los que comienzan en el mundo del silbato que el que algo quiere, algo le cuesta. Me refiero a Dani Hierrezuelo, que el domingo pitó una nueva final de Copa del Rey y dejó claro que es uno de los referentes actuales del mundo del arbitraje no solo a nivel nacional, sino también a nivel internacional.

Como me decía hace poco Pedro Ramírez, lo mejor de Dani es su tremenda sencillez. Ya van seis las finales del torneo del k.o las que ha pitado y muy pocos se han hecho eco de ello, así que desde aquí mi más sincera enhorabuena a un grandísimo profesional y amigo por seguir llevando nuestra tierra con orgullo por todos los pabellones que pisa.