A los doce años ya tenía un diploma que acreditaba seis meses de aprendizaje y otros seis de prácticas en un taller mecánico al que me llevaba mi padre en verano. Además, ayudaba a mi abuela en la huerta y el invernadero de plataneras algunas tardes. Y sí, también iba al colegio. La vida no es fácil en Marruecos. Vivía en Kenitra, con mi familia, a unos 50 kilómetros al norte de Rabat. Allí veía como jóvenes volvían de España en coche, con algo de dinero y contando cómo era todo en Europa. Así que, claro, decidí intentarlo yo también. Con trece años, una madrugada de abril de 2010 unos amigos y yo nos lanzamos al mar desde Ksar es Seghir, cerca de Tánger. Lo había intentado otras veces, pero cuando el clima no acompaña es mejor no arriesgarse aún más de lo que supone cruzar el estrecho en una balsa de juguete como en la que nosotros hicimos el viaje.

Pasé un mes en un centro de menores de Algeciras, luego tres años en otros dos centros de Torre del Mar -donde superé tercero de ESO- y uno más en Isdabe, en Estepona. Allí seguí con mi formación: realicé un curso de fontanería y electricidad, otro de manipulador de alimentos y uno más de jardinería. Siempre con la ilusión de salir adelante. Y jugué al fútbol, una de mis pasiones, en un equipo juvenil. Allí cumplí los 18 años en mayo del año pasado. Ese día terminó mi estancia en el centro de menores y, para evitar quedarme en la calle, pude entrar en el centro de acogida San Juan de Dios, en Málaga capital. Mi preocupación entonces era máxima: apenas me quedaban tres meses para que el permiso de residencia se caducara. Y era imposible renovarlo si no podía demostrar medios de vida, es decir, si no contaba con lo básico para vivir: vivienda y medios de vida. Pero estaba solo, con 18 años recién cumplidos, sin apoyo familiar y sin autorización para trabajar: así que era imposible conseguirlo sin apoyo. Cinco años tutelado para luego tener sólo tres meses antes de quedarme sin papeles€

Pasé a informarme por el Servicio Andaluz de Empleo, busque apoyó en la fundación Proyecto Don Bosco, en la Fundación Diagrama, Accem, la Asociación Marroquí€ Y finalmente me pude ubicar en un piso de acogida gestionado de Málaga Acoge en agosto. Ahí cambió todo: pude renovar mi documentación y empecé unas prácticas de jardinería en el centro comercial Plaza Mayor que duraron cuatro meses. Más tarde realicé otro curso teórico de jardinería a través del programa Incorpora Joven y ahora estoy realizando prácticas con una empresa en urbanizaciones de toda la Costa del sol.

Creo que no pido tanto. He crecido en Málaga y mi sueño es, como muchos otros chavales de mi edad, trabajar. Quiero poder permitirme una vivienda. Y también ayudar a mis padres y mis cuatro hermanos. Pero hasta que no se me autorice a trabajar, todo es casi imposible. El permiso lo estoy tramitando ya pero, mientras, eso sí, sigo con mi formación. También intento divertirme con mis compañeros de piso, claro, debo crecer en otros aspectos. Ellos son también chicos marroquís con historias muy parecidas a las mía. Nos movemos en bici para no gastar y cada semana jugamos un par de veces al fútbol, vemos la tele y cocinamos por turnos: cada día le toca a uno. Además, soy muy manitas y todo lo que he aprendido hasta ahora en los diferentes cursos me ha servido para arreglar un grifo, descubrir una avería eléctrica en casa o cambiarle la cadena a la bici. En este tiempo también me he dado cuenta de que la situación de este país no es tan diferente a la de Marruecos, sólo que aquí sigue habiendo más opciones para salir adelante. Cuando vine pensé que todo sería más fácil, pero el camino es complicado. No me arrepiento. Y sé que saldré adelante. Estoy esperanzado y soy optimista.

*Abdelhak Touir es residente en uno de los pisos de acogida de Málaga Acoge