Estoy hecho polvo y eso que no soy hombre de trono o costalero. Resulta que la zona de Marbella en la que vivo es un auténtico campo de minas con forma de badenes, o como yo los llamo, malditos bultos del demonio. Esos montículos cementosos son el sueño de todo mecánico experto en sistemas de amortiguación, una fuente municipal de crear problemas de salud. Ir a comprar el pan y volver con las vértebras descoyuntadas es todo uno, y yo que soy muy precavido llevo siempre en el coche tres o cuatro collarines para luchar contra la escoliosis y las lumbalgias.

La inmensa mayoría de estos resaltes no han sido construidos respetando la dimensión ni la inclinación estipulada, así que los bajos del vehículo y los altos del cuerpo sufren daños a partes iguales, y ello sin tener en cuenta el abuso de la bocina y las frenadas de emergencia. Ahora entiendo por qué cuando compré la casa había en el barrio tantas clínicas de fisioterapia y quiromasaje. Debe ser el único lugar de España con más concentración de ortopedias que tiendas de chinos e inmobiliarias juntas.

Puede que alguien piense que exagero, pero no es así. En las invitaciones a cenar en casa siempre advierto de esta circunstancia y aconsejo a los comensales unos sencillos pasos a seguir: media hora antes de venir deben hacer ejercicios de distensión dibujando círculos en el aire con el mentón en alto al estilo legionario, también es recomendable tomarse un relajante muscular, frotarse el cuello vivamente con Réflex tampoco está de más, y por último crujirse los hombros recíprocamente. Así los baches serán igual de incómodos pero las secuelas solo serán de una semana.

Uno tiene la densidad ósea de un octogenario y estas cosas empiezan a hacerme poca gracia, y más aún sabiendo que la presencia del badén no impide que el borracho aminore la velocidad ni que el guiri del Hammer modere su conducción ante el inminente saltito.

Quizás sea por eso que me he puesto a investigar sobre el asunto y he descubierto que el castellano es un idioma tan rico como exacto, pues resulta que el badén tiene distintos nombres dependiendo del país donde lo coloques. En Republica Dominicana se llama policía acostado, túmulo en Guatemala, loma de burro en Argentina, lombada en Brasil, tope en México, y el más explícito y acertado de todos, rompemuelle en Bolivia y Perú. (Nota del autor. Recordar escribir a la RAE y proponer revientacuellos como sinónimo de badén).

Menos mal que siempre surge un héroe para luchar contra toda creación humana nacida de una mente proclive al mal, y por eso rompo desde aquí una lanza a favor del personaje anónimo que aprovecha la oscuridad para crear alevosamente dos raíles en todo badén que se precie. Me refiero a esas dos benditas hendiduras creadas a golpe de martillo o giro de destornillador por las que todos pasamos alineando la dirección aunque en sentido contrario nos venga de frente todo el reparto de Fast & Furious 7. Seas quien seas querido amigo, que sepas que cuentas con todo mi apoyo y admiración. Mis doloridas articulaciones están en deuda contigo.

De verdad les digo que no logro entenderlo. No veo la necesidad ni la proporcionalidad, y menos aún cuando me consta que en pleno S. XXI hay inventores españoles que han solventado el problema aplicando nuevos materiales que se dilatan al paso del coche para mitigar el impacto, pero por lo visto es demasiado caro como para que a los municipios les salga rentable su instalación. ¿Más caro que tres meses de rehabilitación? ¿Más caro que arreglar anualmente la suspensión del vehículo?

Les dejo y mientras intento responder a esas preguntas me voy a comprar otro Elvis bailongo para el salpicadero. El último está de baja por un latigazo cervical.