La Semana Santa ha sido sólo un paréntesis. Siete días en los que tomar aire para continuar el maratón electoral de este año. Mariano Rajoy llegó el lunes con los datos del paro bajo el brazo para insuflar un nuevo impulso a la campaña. Con la cifra le habría bastado. 60.000 parados menos en el mes de marzo es un buen dato, aunque viniendo del infierno cualquier mejora es bienvenida. Pero el presidente del Gobierno necesitaba ir más allá. En tono predicador, habló de las «fundadas esperanzas» que también tienen a partir de ahora los varios millones de desempleados que aún quedan. Es la diferencia entre el durante y el después de la crisis. Hace años, esfuerzo y sacrificio eran los términos más utilizados mientras que hoy apelar a la esperanza se ha convertido en un mantra para los dirigentes del PP. Lo emocional como último recurso. Pero el problema, como siempre, está en la letra pequeña. Hay un enorme colectivo que no ve la luz. Los parados mayores 45 años no están ya para que nadie les hable de esperanza. Son los que más tiempo llevan sin trabajo y cada vez son más y es mayor su desesperación. En Málaga el número asciende a casi 83.000. Un drama que requiere un plan serio y no «fundadas esperanzas».

En esta nueva campaña electoral se hablará de empleo. Los candidatos saben que tienen que hacerlo. De hecho, la Junta anunció ayer una nueva partida de 7,4 millones precisamente para los parados de larga duración. Un corto respiro para algunos que les supondrá un contrato de entre 15 días y tres meses como máximo. Y después, ¿qué? Estos planes son un alivio temporal pero no solucionan el problema a largo plazo. Y ahora lo que prima son los tiempos cortos, el futuro inmediato que se traduce en el tiempo que resta hasta las próximas elecciones, y después hasta las siguientes. Un tiempo para escuchar mil y una veces hablar de esperanza, compromiso, responsabilidad, transparencia, regeneración. Palabras y poco más.