Teresa Rodríguez es ya desde este fin de semana la nueva, y primera, secretaria general de Podemos en Andalucía. De sesenta mil inscritos con derecho a voto en las primarias organizadas por la formación han votado seis mil seiscientos ¡Seis mil seiscientos! O sea, un diez por ciento. Joder qué perezones. Tanto con la participación y la apertura de la política y el asambleismo y las listas abiertas y va y vota un porcentaje tirando a ridículo. Eso no le quita una brizna de legitimidad a Rodríguez. Y ya quisieran muchas formaciones políticas tradicionales, o sea el PP y el PSOE, ser capaces de organizar algo así. Lo que sí resta es muchos argumentos a los que afirman que la gente no tiene canales de participación. Pocas ganas es lo que tienen algunos de lo que suponga algún esfuerzo. Claro, ahí es nada tener que encender la computadora un fin de semana. Abrir la web en cuestión y dar un click. Uf. Un esfuerzo brutal. Pero esto no es un mal de Podemos, que con todo, organiza un sistema plausible y abierto. Es un mal derivado del arribismo, que no es llegar arriba, es llegar oportunistamente, rápido, sin escrúpulos. Me inscribo aquí que parece chachi piruli y luego ya veremos qué pasa.

En votos, Rodríguez ha obtenido 5.058, frente a los 633 logrados por Rocío Filpo. Un total de 650 han sido en blanco y los restantes han ido a parar quién sabe dónde, tal vez al mismo sitio donde van los besos que no damos. A representantes de candidaturas no agrupadas, dicen desde Podemos. La candidatura de Rodríguez se llama «Andalucía Sembrando Futuro», aunque no sabe uno si cuenta con jardineros suficientes. No se ha integrado en la amplia dirección resultante a ningún disidente o crítico o miembro de otras candidaturas. Son partidarios del todo o nada, la integración es cosa de la vieja política. Pequeñas direcciones ágiles y centralizadas donde todos son afines. Teresa Rodríguez se ve hoy de nuevo con Susana Díaz. No haría falta que fuera, bastaría con que enviara a la dirigente socialista el disco que repite durante los últimos días: «Para llegar a algún acuerdo con el PSOE primero tienen que producirse las dimisiones de los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán; la ruptura de relaciones de la Junta con entidades bancarias que desahucien y el recorte de altos cargos para que sean sustituidos por funcionarios». Los de Podemos le llaman a estas tres cuestiones «líneas rojas». En el PSOE son más esquemáticos. Les basta una palabra: putada.

Griñán y Chaves han hecho un involuntario curso acelerado de dioses: nunca nadie había rezado tanto invocándolos. Nombrándolos. Para bien o para mal.

Podemos se reagrupa para la lucha final: las elecciones generales. De momento vienen las municipales, que tienen sabor a cacao. Van pero no van, van aquí con Ganemos y tratan de parir un partido instrumental para la Costa como se ha hecho en Madrid Comunidad. O en Barcelona ciudad. No quieren quemar la marca. Desde Izquierda Unida se les mira de reojo, si bien querrían mirarlos a su derecha.