Ayer leíamos en La Opinión de MálagaLa Opinión de Málaga que el edificio negro ya es blanco. Eureka ha debido pensar alguno, sobre todo si trabaja en su interior o si paga su factura energética, que por cierto, pagamos todos. Esperemos que esto sea el entierro de la sardina de los muros de vidrio. Hay dos cosas que el común de los mortales no hace en verano en nuestra latitud: la primera, colocarse detrás de un cristal al sol; y la segunda, colocarse detrás de un cristal al sol y vestirse de negro. No sé en qué momento perdimos la cabeza o lo que es lo mismo, el sentido común en el diseño de nuestros edificios, enterrando toda una tradición de arquitectura que sabía adaptarse al clima, y la sustituimos por una modernidad impostada e importada de otras latitudes más frías en las que el sol rara vez se deja ver. De esta forma, nuestras ciudades sin excepción se poblaron de edificios de muros de vidrio, vidrios espejos que en teoría evitaban el llamado efecto invernadero y que en la práctica resultaron invernaderos perfectos, lástima que no se cultivasen hortalizas en su interior.

El Sol no es ningún enemigo, al contrario, es la principal fuente de energía que tenemos, y es gratuita. Solo hay que saber cómo aprovecharla en invierno y cómo hay que protegerse en verano. Ejemplos encontramos múltiples en la arquitectura tradicional de nuestras ciudades, ejemplos incluso de cómo conseguir que el sol capturado en verano se utilice como chimenea de ventilación y refresque de forma natural por convección. Pero todos estos ejemplos fueron enterrados por el nuevo lenguaje del poder y francamente, si no tenías un muro cortina, tu empresa no existía.

Pues bien, el edificio negro ahora será blanco gracias a fondos europeos. Alguien en Europa se ha dado cuenta de que el consumo de energía de nuestras ciudades se ha disparado y dado que no tenemos petróleo ni gas, o reducimos drásticamente el consumo de energía de nuestras ciudades o nos abrazamos a la energía nuclear. Es la energía, estúpido, habrá dicho alguno. Y ahora los ojos se vuelven hacia los mayores sumideros de energía de nuestras ciudades, sus edificios. Rehabilitación energética es el nuevo mantra europeo, sentido común prefiero llamarlo yo. ¿Podemos reducir el consumo de energía de nuestros edificios? Sin duda, y a bajo coste. A bajo coste si hacemos las cuentas como hay que hacerlas, calculando el tiempo que tardamos en pagar la obra con la nueva factura energética después de la reforma con el ahorro que vamos a conseguir y calculando el ahorro en el resto de años que vivirá nuestro edificio, o al menos, que viviremos nosotros que lo pagamos.

En teoría, estos fondos europeos, como los destinados al antes denominado edificio negro, se reciben con la esperanza de que cunda el ejemplo. Que cunda el ejemplo no quiere decir que cada edifico que reformemos vaya a recibir la subvención del coste total de la obra necesaria, sino el ejemplo de que otros edificios son posibles, edificios sostenibles, esto es, edificios con sentido común. Ejemplos de que los ahorros que conseguimos son enormes. A nadie le gusta despilfarrar el dinero, pues bien, esto es lo que hacen nuestros edificios salvo que tomemos medidas. Si nos paseamos por el PTA y acudimos a su sede, no es difícil imaginarse que un cubo de cristal no debe ser económico de refrigerar, y en idéntica situación se encuentran muchos otros. Ojalá que vean el nuevo edificio blanco y se pregunten si quieren seguir despilfarrando el dinero o si pueden hacer algo para evitarlo. Y se puede.