El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ha anunciado que incluirá en su programa electoral para las próximas generales la legalización de la prostitución. Como dicho así a palo seco queda muy duro, ha aclarado que igualmente propondrá la persecución de las mafias con el propósito de velar por los derechos sociales de las trabajadoras del sexo. Imposible ser más cínico. Rivera no ha pensado en profundidad en lo que dice, debe resultar difícil epatar a diario con tus declaraciones de político emergente y si te quedas callado pierdes comba. Si bien parece bastante fácil regularizar ese forma de explotación de las mujeres pobres como una profesión, con su calendario laboral, sus retenciones del IRPF y su seguridad social, con una simple votación en el Congreso de los Diputados, la segunda parte de la apuesta de Ciudadanos es un imposible, por no llamarlo mentira asquerosa. Como Rivera sabe, las mafias de trata de personas (menores vendidos por sus padres indigentes en países en desarrollo, chicas que se escapan de casa con la promesa de un empleo digno y acaban esclavizadas, mujeres y hombres raptados y vendidos como carnaza, apaleados, violados y amedrentados) vienen a representar el departamento de recursos humanos de la empresa imaginada en su fantasía de Irma la dulce. No vas a perseguir a la gentuza que nutre el negocio si lo has legalizado, igual que no clausuras los mercados mayoristas que surten a las tiendas del barrio, so pena de dejarlas desabastecidas y con la clientela esperando. Por otro lado, si las mujeres libremente quisieran vender su cuerpo como una actividad económica normal y corriente, tal y como sostiene la fantasía de Irma la dulce de Albert Rivera, las mafias de traficantes de seres humanos no existirían. Oferta y demanda, ya saben.

Es verdad que los gobiernos de España no saben cómo lidiar con este tema, y por eso llevan décadas sin hacer nada. Bueno nada no. Por consejo de Bruselas, han incluido desde el año pasado en el cómputo del Producto Interior Bruto (PIB) nacional el impacto de la venta de drogas y de la postitución, 46.000 millones de euros que han disparado un 4,5 por ciento la economía española, porque la hipocresía es marca de la casa en la cosa pública. Por la misma se podría incluir el suculento negocio de la pornografía infantil, o la venta ilegal de armas a la yihad. «En plena crisis, hay cálculos que dicen que la tercera actividad económica de Europa puede ser esa», apostilló el líder de Ciudadanos para afianzar su idea preelectoral de la legalización, que por suerte no ha sido secundada por nadie más. No creo que a Rivera le gustase saber que uno de sus hijos se ha dado de alta como autónomo para acostarse con gente a cambio de dinero, o que ha sido contratado en una empresa donde ha de realizar un número determinado de felaciones para alcanzar los objetivos del mes. Y si no lo quiere para sus hijos, por favor, tampoco para los nuestros.

El abolicionismo es la única postura digna para cualquier sociedad que quiera mirarse al espejo sin asco, me da mucha pena insistir en ello precisamente por la intervención de un miembro de esa nueva generación de políticos que deberían llegar con otra ética, no solo con otra estética. De momento nos han gobernado personas que no ven más allá de sus vidas cómodas y pasan de mirar la realidad. Aunque cabe ir a peor. Rivera y su legalización de la explotación humana, sobre todo femenina, demuestra que se puede observar la realidad más penosa y no entender nada de nada.