El pensamiento Alicia que en su día popularizó José Luis (R.) Zapatero está siendo exitosamente sustituido por la ideología de Barrio Sésamo: aquel programa infantil en el que se enseñaba a las criaturas a distinguir entre «arriba» y «abajo», de frente y de espalda, Epi y Blas. Si bien algo simple en su formulación -o precisamente por eso- la nueva corriente arrasa en las encuestas. Sugiere que ya no hay izquierdas ni derechas. Lejos de caer en tales antiguallas, el partido todavía extraparlamentario que defiende esa teoría dice representar a «los de abajo» frente a los de arriba. De acuerdo con esta lógica binaria, el mundo se divide en ricos que explotan a los pobres, en buenos y malos, en corruptos y decentes. El suyo sería, por así decirlo, el voto de la virtud: razón que sin duda explica las felices y crecientes expectativas que los sondeos conceden a Podemos.

La ventaja de este tipo de pensamiento es que vale lo mismo para un descosido que para un roto. Puede atraer y de hecho atrae a ultraderechistas tan notorios como Sáenz de Ynestrillas, pero también a comunistas rebotados de IU, conservadores, antiguos votantes del PPSOE y gentes enfadadas en general. Es lo que el ruso Moisei Ostrogorski llamaba un «partido ómnibus», capaz de ofrecer soluciones sencillas para todos los problemas por complejos que sean. Como el coche escoba de los ciclistas, una formación que dice no ser de izquierdas ni de derechas está en condiciones de sacar votos de los dos lados. Mayormente, cuando un país sufre los agobios de la crisis y su gente, harta de los choriceos de quienes gobiernan, llega a la conclusión de que no perderá nada por probar fórmulas sencillas y alejadas de los partidos tradicionales.

Siempre existe, claro está, el riesgo de que alguien asocie esa indefinición entre izquierda y derecha con el lema «Ni droite, ni gauche» del Frente Nacional de Marine le Pen, al que las encuestas concedían en Francia un tirón aún mayor que el de Podemos en España. Se trata en todo caso de una contingencia asumible, dados los beneficios que a cambio reporta al partido supuestamente desideologizado esa ambigüedad. Dirán los escépticos de costumbre que un pensamiento tan elemental como el de Barrio Sésamo -arriba y abajo- no puede seducir a cerca de un 30% de los futuros electores; pero eso es subestimar las capacidades del pueblo español (y en general, las de cualquier pueblo). Este es, a fin de cuentas, el país que jaleó a Fernando VII con gritos de «Vivan las cadenas» y el que eligió, por dos veces, a Zapatero. El mismo en el que Sálvame bate récords de audiencia y Belén Esteban ejerce el liderazgo entre los escritores de best-sellers gracias a su popular ensayo Ambiciones y reflexiones. Barrio Sésamo no está tan lejos.