Al final del partido contra el Atleti de la Champions, los propios compañeros afirmaban desconocer la posición de Ramos hasta los minutos previos al choque. Solo Ancelotti y el sevillano sabían el golpe de efecto. Era el intento del italiano por intentar recomponer un maltrecho once, herido sin Modric, Marcelo, Bale y Benzema. Palabras mayores. Ramos no tuvo especial protagonismo en el partido, pero el Madrid ganó y aplastó sus miedos.

La apuesta tenía su miga. Ancelotti había intentado una fórmula similar la temporada pasada en el Camp Nou. El fútbol, ese arte que somete cada análisis a la fuerza del resultado, fue claro en su veredicto: el Madrid había naufragado en el centro del campo. El Barça campó a sus anchas poblado por el ejército de talentos pivotes y el Madrid cayó (2-1) en la primera cita con empaque del proyecto Ancelotti. Incluso sustituyó a Ramos por Illarramendi a los 56 minutos de juego. Por entonces, octubre de 2013, Ancelotti aún debía presentar méritos.

El pasado curso acabó con sonrisa y el técnico se ve ahora refrendado en sus apuestas. En realidad, la gestión de estrellas de Ancelotti es sencilla: juegan los buenos. Lo que en lenguaje de Florentino Pérez quiere decir los caros. Siempre que puedan. Solo una plaga de bajas como la actual ha permitido que el italiano le ponga su firma al once.

El papel de Ramos no fue el mismo en el Camp Nou que ante el Atlético de Madrid. La apuesta del italiano en el Bernabéu llevaba al andaluz unos metros por delante de su posición aunque sin peso en la construcción del juego. Ancelotti lo justificó señalando al poderío aéreo que ganaba con su nueva ubicación. Actuó como una especie de escudero de Kroos, obligado a hacer de él y de Modric, el gran ausente.

Quizás la clave de las dos decisiones (Camp Nou y Bernabéu) haya que buscarla en los acompañantes más que en el mismo Ramos. Hace año y medio el andaluz estuvo acompañado de Khedira y Modric, con tres delanteros por delante (Di María, Cristiano y Bale); ante el Atlético sus aliados en el medio fueron Kroos, James e Isco. El talento estaba asegurado. La lesión de Bale habilitó el 4-4-2 que tan bien le sienta al Madrid.

A Ramos le tocó jugar un papel más residual. Ausente en la construcción de juego, su rol exigía mayor presencia cerca del área rival aunque solo se le vio en un tímido remate de cabeza en la segunda mitad. El miedo presente en toda la eliminatoria también pesaba.

El gol de «Chicharito» parece justificar la apuesta de Ancelotti. De nuevo, la dictadura de los resultados. Ramos abandonó el Bernabéu con un grito de reivindicación: «Me gustan los entrenadores con huevos, como Ancelotti». El italiano, a su manera, también lanzó algún mensaje. «Si no ganamos al Atlético con Ramos en el medio, me matan». El Madrid afronta la recta final de la temporada echando de menos a Modric, el motor. Ancelotti ha salido vivo del primer envite con la original posición de Ramos. Los próximos peligros del calendario volverán a poner a prueba el ingenio del técnico. De momento, el técnico se lo toma con humor: «A Ramos un día le pondré de delantero».