Google ha comprado dos empresas en España y ambas tienen a sus fundadores aquí en Málaga desarrollando de una u otra forma su carrera como emprendedores tecnológicos. Sin embargo, el principal plan de la ciudad para fomentar Málaga como ciudad tecnológica se hace de espaldas a ellos y a sus, créanme, impresionantes equipos. El mencionado plan es el Málaga Valley, un algo que empezó como un «club de empresas» y que ahora se presenta como un polo tecnológico y que según ellos mismos son «el think tank tecnológico más relevante de Europa». Así, sin más. Además, resulta que el club que preside el abogado malagueño Javier Cremades es quien, mediante una asociación, tiene los derechos de la marca Málaga Valley. Esta marca, por mandato interno, está presente en todo lo que el Ayuntamiento hace y huele a tecnología sea o no del Málaga Valley. La marca no es del Ayuntamiento, no es una marca de Málaga es una marca de Cremades. Por tanto mediante financiación directa de 175.000 euros según convenio y mediante promoción de la marca para la asociación Málaga Valley, Cremades -hasta el momento presidente vitalicio de la asociación- está gestionando muchos recursos de la ciudad para atraer proyectos de nuevas tecnologías. ¿Qué números, datos, o parámetros de medida tenemos de tal proeza? Ninguno. Bernardo Quintero, uno de los de Google, con el que converso a veces de este tema me dice: «Olvídalo, son políticos». Pero creo que no es una cuestión de políticos vs técnicos. Es cuestión de voluntad. La voluntad del alcalde era conseguir que pareciera que se hace algo y es lo que ha conseguido: parece que se hace algo pero no se hace nada. Cenas de presidentes, las oficiales y las extraoficiales, fotos en las escalinatas y reuniones con catering de alto postín. Llamen a eso como quieran pero no se escuden en la promoción de una ciudad como referente de las nuevas tecnologías, porque eso no es lo que es.