La revista Time ha publicado la lista de las cien personas más influyentes del planeta. Sin excesivas novedades, porque ni un solo español figura en la relación. Cuando Pedro Almodóvar, Rafael Nadal y Ferran Adrià estaban en forma, podían competir en la categoría de iconos planetarios aunque fuera en disciplinas no cenitales. Han decaído, sin sucesores.

The Time 100 deja a la marca España por los suelos, y delata la parcialidad provinciana de los reportajes que promueven con exageración a inciertos genios nacionales. Si el seminario alistara al centenar de artistas de mayor peso del último siglo, Picasso, Miró y Dalí engrosarían el palmarés. Ahora mismo, ni siquiera está garantizada la continuidad de la mejor generación deportiva de todos los tiempos.

Ningún español descuella en los apartados de innovación, gobernación o intelecto. Mayor perplejidad provoca la sequía en el agro feraz del ingenio narrativo, en atención al Unamuno para quien España cosechaba más ingeniosos que ingenieros. En este capítulo de la ficción, la visión centrada en Estados Unidos de Time abre un hueco a Murakami, Julianne Moore o Christopher Nolan. Recuerde que no se tasa aquí la calidad intrínseca, sino la influencia.

El eclecticismo del semanario transita de Kim Kardashian a Vladimir Putin. De nuevo, tampoco España aporta fenómenos de feria a escala global, no se premia el milagro económico de Rajoy ni la penetración mediática de Belén Esteban. La ausencia de peso o la discriminación restallan al completar la distribución geográfica de los premiados. Media docena de latinoamericanos, otros tantos chinos y un expresivo paréntesis sobre España y Portugal, regiones oscuras por debajo de Indonesia o Malasia. Hasta Islandia, con 300 mil habitantes, inserta a Björk en la relación.

El sueño de la razón crea monstruos goyescos. Sin embargo, Time suspende la capacidad racional de los pioneros españoles y tampoco concede crédito a sus deformidades. El centenar de influyentes recoge a Marine Le Pen, Kim Jong Un y Raúl Castro, tampoco competimos en el genérico de los caprichos. España no dispone de un Thomas Piketty en condiciones, pero cuesta imaginar que no cultive personajes que puedan echarle un pulso a Taylor Swift. Por tanto, la influyente lista que todos los agraciados destacarán en sus currícula refleja antes la indiferencia que el menosprecio. Time no estima urgente tener en cuenta a ningún español, ni como aportación folklórica.