Hay asuntos que, siendo ciertos a nivel cósmico, no afectan en absoluto a la vida cotidiana. El hecho, por ejemplo, de que sea la Tierra la que da vueltas alrededor del Sol, y no al revés, influye poco o nada a la hora de hacer una tortilla de patatas. Te sale igual tanto si crees en la primera posibilidad como en la segunda. Por eso quizá hay tantos españoles (un 25%) convencidos de que es el Sol el que gira a nuestro alrededor. ¿Qué cambia esa creencia a la hora de hacer la cama, de pedir un crédito hipotecario, de limpiar el polvo? Entras en la tienda del chino mandarín de la esquina al objeto de comprar una caja de rotuladores para el niño. Pongamos que el chino que te atiende es heliocentrista mientras que tú eres geocentrista. Pues bien, pagas los rotuladores y dices adiós sin que ni tú ni él hayáis percibido vuestras diferencias.

He aquí otra gran verdad de carácter también casi cósmico: el español es el segundo idioma nativo más hablado del mundo, con cerca de 500 millones, muy cerca del chino mandarín. Es asimismo la tercera lengua más usada en el ciberespacio, y más de veinte millones de personas, a lo largo y ancho del mundo, intentan aprenderla. ¿Y en qué le afecta a usted eso a la hora de salir a la calle? En nada. Ni siquiera cuando le compra al chino de la esquina la caja de rotuladores, teniendo en cuenta que entre el idioma de él y el de usted suman casi mil millones, nota algo especial. Los españoles y los chinos vamos por la vida como si habláramos lenguas minoritarias y nos alojáramos todos en un hotel de veinte o treinta habitaciones.

¡Qué raro! Resulta que siendo los demás idiomas los que giran alrededor de nuestro, da la impresión de que es el nuestro el que se mueve alrededor del de los demás. No ocupamos el lugar central que nos correspondería. A veces, las verdades cósmicas no nos arreglan la existencia cotidiana. En el antiguo servicio militar era más apreciada la recomendación de un sargento que la de un general. ¿Por qué? Porque el sargento estaba en el día a día y podía echarte una mano a la hora de librarte de limpiar los retretes o de conseguir un permiso. Significa que lo que nosotros necesitamos ahora es una política de las cosas pequeñas. Sobre todo si la macroeconomía, como dicen, funciona a tope.