Semana importante la vivida en el ecosistema tuitero. Si dejamos de lado los tuits relacionados con las propuestas electorales, restamos aquellos que tengan que ver con actos relacionados con la campaña, obviamos aquellos que han sido oda a compañeros o feroz crítica a adversarios políticos nos quedarían, en suma al alza, un par de conversaciones que destacar por parte de los siempre denodados políticos malacitanos. Políticas, en este caso. Sin prejuicios ni prejuicias. Las concejales Gemma del Corral y Mariví Romero han tenido estos días momentos de gloria a su modo. Que se hable de ellas aunque sea peor. En el caso de Gemma del Corral cometió el error de enzarzarse en una pelea con un usuario a costa de una crítica al Pompidou. Ella, ni corta ni perezosa, empezó a largarle crochés a diestro y siniestro hurgando en la hemeroteca del usuario en cuestión. La concejal le echó en cara al tuitero que no le gustaba que hubiera subido una foto con cara de aburrimiento en su trabajo. Gemma se quejaba de que le daba pena de que haya quien reduzca a dos museos la gran oferta cultural de Málaga. Por cierto, no busquen la conversación, están todos los tuits en la papelera, aunque los avezados usuarios de la red social los tienen capturados y archivados. El extremo tierno de la semana lo puso Mariví Romero, que se quejaba de que el socialdemócrata de moda le hubiera arrebatado a su hijo la ilusión por los Reyes Magos. El domingo a las 11 de la noche Pablo Iglesias hablaba de los Reyes en la tele y, al parecer, el hijo de la concejal estaba viendo el programa en cuestión. Un tuit de enfado clamando al cielo la falta de tacto del coleta y la fiesta estaba servida. Mariví, como Gemma, borró el mensaje que fue centro del pitorreo durante buena parte del inicio de la semana. Me queda claro que un político cabreado y con internet es más peligroso que un mono con una ballesta.