Leía esta semana una sentencia del jesuita asturiano José María Olaizola: «Que no nos sobren las palabras, ni nos falten las ideas». Imagino que más sin querer que queriendo lo hacía en los últimos días de la campaña que muere mañana por la noche -¡Gracias al cielo!-. Como todas las cosas que escribe Olaizola, reflexioné al respecto y lo traje al contexto que nos rodea. Joder, Josemari, ¿te das cuenta de que en campaña electoral sobran palabras y faltan ideas? ¡Qué paradoja!

Sobran palabras porque en estos quince días de esperpento innecesario, hasta los periodistas se meten a hacer la guerra partidista a favor del que le llena la faltriquera. En campaña todo vale, hasta hacer el ridículo o perder credibilidad. Y eso sirve igual para políticos que para periodistas. A más de uno le sobran palabras de superioridad, de mercachifle cutre que regatea para seguir teniendo el mango de la sartén por su lado. Aduladores del poder que prefieren seguir siendo comparsas del poder, no vaya a ser que esto cambie y le echen abajo el chiringuito que tantos años de mamandurrias le ha costado.

Faltan ideas porque al leer los programas electorales de los partidos uno se encuentra con propuestas recurrentes y vacuas. Va de suyo exigir al partido en el poder que no se ría de los votantes, bien de los de su partido o bien de los de otros. Vender dos veces la misma propuesta puede empezar a tacharse de mentira o inoperancia, pero ya se sabe que el político moderno prefiere quedar como un zamacuco que como un mentiroso. Este domingo toca votar. El martes en estas páginas Enrique González de Gor contaba el programa electoral del partido al que me encantaría votar. Uno en el que nunca sobrasen las palabras y jamás faltase una idea. ¿Una utopía? Lléname la copa otra vez, que hasta el domingo se nos va a hacer largo.