oogle abre campus en Madrid, una especie de «Sylicon barrio» para startups, los emprendedores de la última burbuja digital. Pero Google es en la red mucho más que un barrio periférico. Antes fue la avenida principal por la que había que pasar, sí o sí, para alcanzar el centro de la ciudad, que es lo que es hoy, el núcleo de la urbe digital. Casi nada existe en el mundo virtual sin Google. Su poder amenaza ya al de las operadoras de telefonía y datos, que miran con recelo la posición casi divina que ha adquirido la empresa de Mountain View (California). Y empiezan a mover fichas.

Lo cuenta Financial Times. Las operadoras quieren parte del pastel de la publicidad que ahora se come Google por su cuenta y que es el grueso de sus ingresos: de los 17.000 millones de euros que obtuvo en el último trimestre, 15.500 procedían de la venta de anuncios. Y están dispuestas a jugar fuerte. Explica el económico londinense que han conseguido un software (desarrollado por una firma israelí con dinero chino) con el que bloquear la publicidad en Google (también en Yahoo). Los anuncios desaparecerían así de los grandes motores de búsquedas, aunque se mantendrían en las redes sociales.

El argumento de las operadoras es que Google y sus servicios consumen una gran cantidad de ancho de banda, por lo que deberían pagarles una compensación económica. Las compañías de telefonía e internet no tienen bastante, por tanto, con lo que cobran a los usuarios, que no es poco en España, el segundo país con precios más altos de banda ancha (después de Chipre) y donde la conexión a internet supone el 5% del salario mínimo legal.

En la trastienda de la estrategia parece estar también la intención de las compañías de ofrecer a los clientes una conexión a internet sin publicidad paralela a las convencionales, según explica el analista Alberto Ballestín. En definitiva, los objetivos de la operación parecen claros: ganar más a costa del gigante y poner frenos a su expansivo poder planetario (incluso ha probado en EEUU como operadora de móvil).

Al final, estamos ante una guerra entre superpoderosos, porque tanto Google como las compañías de internet son, por ahora, los grandes beneficiados de la revolución digital, mientras creadores, productores y editores (se trate de periódicos, libros, películas o música) han visto cómo sus negocios jibarizaban asediados por la piratería. Cierto orden empieza a llegar -Google News ha cerrado en España tras la nueva ley de propiedad intelectual-, aunque ya se sabe que en la selva nunca la vida es tranquila. Y el virginal mundo digital, con sus plácidos entornos laborales, tiene mucho de jungla. Solo hay que observar las triquiñuelas de escapismo fiscal que estos gigantes practican.