Uno de las grandes partidos emergentes, Ciudadanos, que tanto aire fresco está trayendo, se adorna sin embargo de algunos usos muy viejos. El centralismo atroz, esa suerte de leninismo tan viejo y tan de comité central fuera del que no hay ni vida ni posibilidad de decisión autónoma o discrepancia. Albert Rivera lo decide todo. Ayer en Barcelona reunió a los principales cargos del partido en España y, seguramente, con un voluminoso dossier en el que estarían Valencia, Málaga, Alpedrete quizás, Lucena, Villacogollos de Arriba, quién sabe si Torremolinos y cientos de localidades más, se pondrían a decidir. Se pondría, queremos decir. Ciudadanos se está poniendo estupendo con los otros partidos, que están de los nervios. Una maldad: ¿y si la propuesta de regeneración y cambio que propusiera Ciudadanos fuese que sí, que gobernara el PP, y que tuviera la alcaldía también; pero que no la ostentara Francisco de la Torre? No hay ni que decir quién sería el principal beneficiado. Que éste aliente la hipótesis o haya salido de su entorno es otro cantar.

Estamos en una fase de tanteo que ni las tórtolas en primavera. Los líderes se llaman, se citan a media luz, hacen manitas y propuestas, se dan importancia. Hablan más que la radio, pudiendo algunos hablar por la radio en lenguaje llano y entendible. Los de Rivera parieron ayer un documento y negaron que haya pacto alguno ya en ningún sitio o ciudad. Se van a poner bordes.

El presidente regional del PP andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, afirmó ayer, y no estaba hablando de un cargador de iPhone, que «han perdido frescura, cercanía y conexión». Antes, cuando uno del PP hacía autocrítica era una rara avis, ahora, las gaviotas pían si es que pían las gaviotas que da gusto. Rajoy se niega a la autocrítica con un Arriola en la chepa diciéndole que hable sólo de recuperación económica mientras los baroncetes estallan en las radios y los periódicos de provincias advirtiendo de un fin como el de la UCD. Arriola ha estado toda la vida pasándole facturas al PP. Ahora va a ser a Rajoy a quien esta estrategia le pase factura. Se van a ir Fabra (al que le toca la lotería, no. El otro); la Rudi y Juan Vicente Herrera. Hay gentes a la que uno creía regentando un balneario o escribiendo sus memorias y resulta que estaban presidiendo una Comunidad. Aguirre va a dar dolores de cabeza. Las aristócratas siempre han sido muy de dar dolores de cabeza si no les cuadra el color del cortinaje, el té lleva demasiado azúcar o no son los resultados electorales los apetecidos. También cuando les ponen multas de tráfico o cuando les enfrentan en un lance o debate con alguien que no es otra cosa que una vieja idealista decente que siempre ha peleado por los desfavorecidos. Bonilla quiere hacer cambios en la estructura y no sabemos si va a darle el pasaporte a algún tuercebotas de su partido o es que hará renovaciones de esas que hacía Javier Arenas, que eran por «adición», o sea, cada vez más trastos arrinconados en las ejecutivas y cada vez más gente nueva, reuniones en estadios por lo menos, para que hablaran tres. El gesto de Bonilla es valiente y autocrítico. Es obvio también que haga algo con urgencia ante el panorama que le contempla: dos derrotas severas en un tiempo mínimo.

Estos días habrá sustituciones de delegados provinciales y de otros cargos en la Junta que han salido concejales. No en todos los casos hay incompatibilidad. Las ambiciones de alguno y alguna se han desatado, deseando pillar cacho y sillón. Entretanto, la interinidad y parálisis en la Junta es total. Por la no investidura, por la reciente campaña electoral, por la incertidumbre. Una legión de altos cargos desocupados, lidiando con la inercia administrativa como el que torea un becerrillo en una tarde tonta. En el PSOE malagueño se va remansando la euforia que se ató en la noche electoral al conocerse los resultados de la capital. La inmensa alegría por haberse quedado igual ha ido desembocando en una melancolía ante lo ingente del reto: cuatro años haciendo lo mismo, dando vueltas por los barrios y en ese plan. El gran triunfador entre los socialistas va a ser Pepe Bernal, a punto de alcanzar la alcaldía de Marbella, si es que ayer Kika Caracuel no se llevó al huerto a los independentistas de San Pedro, que pasan cuatro pueblos de hablar con Ángeles Muñoz, que este mandato los ha tratado como apestados. Como los socialistas son tan de darse leches, no se descarta que reubicadas las responsabilidades institucionales tras esta marejada, se reequilibren los poderes (un poquito, y en forma de influencia, tampoco vayamos a exagerar) en el ecosistema interno del socialismo malagueño.